¿Un nuevo modelo sueco?

Por Rafael Pampillón Olmedo, profesor del Instituto de Empresa (EL MUNDO, 18/09/06):

La victoria de Fredrik Reinfeldt, líder del principal partido de la oposición en las elecciones suecas, va a provocar una oleada de privatizaciones y cambios en el sistema de bienestar del país nórdico. Hasta ahora ha venido funcionando una versión extrema de estado increíblemente generoso, que cuida al ciudadano «de la cuna a la tumba». El Estado del Bienestar sueco tiene su origen en los años 50, aprovechando el elevado crecimiento económico y aumento de la riqueza generada entre 1890-1950. En este periodo, Suecia tuvo una de las tasas de crecimiento más altas del mundo, con una baja presión fiscal (los impuestos pagados como porcentaje del PIB representaban el 15%). Este esplendido período explica mucho su actual riqueza. Desde 1950 y hasta mediados de la década de los 70, Suecia disfrutó también de una combinación de rápido crecimiento económico y pleno empleo. Durante esos años (1950-1975) se creó el Estado de Bienestar tal como ahora lo conocemos. El modelo económico sueco funcionó bien durante 25 años, y fue el referente para otros gobiernos.

Sin embargo, el modelo sueco fue incapaz de resistir la crisis económica iniciada en los años 70 generada por la subida de los precios del petróleo y la gran competencia por parte de los países emergentes de reciente industrialización. Desde entonces, las cosas cambiaron. Se perdió el espíritu empresarial: de las 50 empresas suecas más grandes, sólo una fue fundada después de 1970. El país comenzó a experimentar un descenso del crecimiento económico y un aumento del desempleo. En 1980, la carga fiscal llegó al 50% del PIB. Para evitar las consecuencias de la crisis se protegió todavía más al trabajador. El tamaño del Estado del Bienestar alcanzó proporciones épicas, con un peso desproporcionado de los gastos sociales en el presupuesto. Suecia pagó caro estos excesos. La economía entró en recesión: tres años seguidos de crecimiento negativo del PIB (1991, 1992 y 1993), en los que se perdieron cientos de miles de empleos (el paro alcanzó el 11% de la población activa en 1997). Esto generó, además, un fuerte déficit presupuestario. Durante esta crisis gobernaba el partido conservador, el mismo que acaba de ganar las elecciones. Ante el fracaso económico descrito, en las elecciones de 1994 los suecos dieron el poder a la socialdemocracia, convirtiendo a Göran Persson en primer ministro con la esperanza de que resolviese la crisis económica. Se puso en práctica, para ello una reforma social y un brutal plan de saneamiento que redujeron drásticamente las ayudas a las familias, prestaciones por enfermedad, subvenciones para vacaciones y para la vivienda y seguro de desempleo. El tipo impositivo marginal máximo del impuesto sobre la renta se redujo del 87% en 1979 al 60% en 1993, donde se encuentra ahora (el más alto del mundo).

Aunque se aseguró buena parte del gasto social, a partir de 1995 se limitó drásticamente el crecimiento del gasto público. Aparecieron los superávits presupuestarios, la deuda disminuyó y los intereses generados por la deuda fueron consecuentemente más bajos. Se hicieron también reformas en el mercado de trabajo que mejoraron la situación económica. Muchos mercados, como el de las telecomunicaciones, fueron desregulados. Resultado de las reformas fue que entre 1995-2005, el PIB per cápita creció, como media anual, un 2.6% medio punto por encima de la media de la UE. Gran parte del éxito económico de Suecia de los últimos años proviene de la introducción, en la década de los 90, de las reformas de libre mercado que hemos mencionado, y no del paternalismo con que obsequiaba el Estado del Bienestar a los ciudadanos.

Pero las reformas fueron insuficientes y el experimento sueco no está dando los resultados esperados. Según la OCDE la renta per cápita sueca en 1975 era de 4.469 dólares algo inferior al de EEUU, que era de 4.998. Si la renta per cápita americana era 100, la sueca 94. Desde entonces, la renta relativa sueca con respecto a EEUU bajó paulatinamente. En 2005, la de Estados Unidos era 41.399 dólares y la de Suecia 29.898 dólares: un 72%. Además la renta per cápita del país ha pasado del cuarto puesto del mundo en 1970 al 14, en 2005. Oficialmente, el desempleo ronda el 6%, pero si se incluyen las bajas por enfermedad y las jubilaciones anticipadas la cifra podría ascender al 15%. De ahí que los suecos se han cansado de financiar un Estado muy generoso con elevado absentismo laboral por enfermedad (puedes pedir la baja por razones psicológicas si no te cae bien tu jefe) y por eso han decidido cambiar el Gobierno. Lo que propone la coalición conservadora es una segunda generación de reformas que van a ser el núcleo de la nueva política económica. Aunque la economía muestra signos de fortaleza el futuro resulta incierto: La globalización de los mercados y la mundialización de la economía hace que el control exagerado de la actividad empresarial por parte del Estado y el elevado gasto público tengan efectos muy negativos en la economía. Se trata de redimensionar el sector público para dar paso a una mayor iniciativa privada que permita dinamizar la economía.

El Estado ha engordado mucho en Suecia: el gasto público sobre el PIB, es del 59%. Además, controla buena parte de las empresas del país. Reinfeldt ha prometido una reestructuración para las 57 compañías que dependen del Gobierno central y los 200.000 empleados que en ellas trabajan. Además privatizará un gran número de estas empresas públicas. El líder del nuevo Gobierno conservador ha manifestado en campaña electoral que ve las privatizaciones como un instrumento necesario para aumentar la eficiencia del aparato productivo y es partidario de extender la propiedad de las empresas a un mayor número de ciudadanos y limitar el poder del Estado sobre la economía. Se trata de privatizar todo aquello que no tiene fundamento para permanecer en el ámbito público. El sector público no tiene por qué tener bancos (el Estado sueco posee el 19,5% de Nordea, el mayor grupo financiero nórdico), fábricas de pasta de papel, empresas de telecomunicaciones (el Estado sueco posee el 45,3% de TeliaSonera) o compañías aéreas (21% de SAS). Es poco defendible que el Estado se dedique a esas actividades y privatizarlas parece lógico.

No cabe duda de que el Estado del Bienestar sueco ha generado una sociedad más equitativa y solidaria, pero también ha aumentado la ineficiencia que, según los libros de texto, genera la intervención del Gobierno en la economía. Este intervencionismo va a ser sustituido por el principio de subsidiariedad. El Estado va a ser relevado en algunas de sus funciones por la sociedad civil y el mercado reduciendo así su papel a garantizar los derechos sociales y el aporte subsidiario de los recursos financieros suficientes para materializar esos derechos, dejando la gestión en manos privadas cuando la naturaleza del servicio lo permita. La idea de que los servicios públicos corresponden exclusivamente al Estado está en crisis. Parece que el Estado del Bienestar nórdico ha entrado en crisis. Sin embargo, el Estado del Bienestar no se está desmantelando, ni desapareciendo, sino que está sufriendo una profunda reestructuración convirtiéndose en lo que ha venido denominándose el «Nuevo Estado de Bienestar competitivo» donde se endurecen los requisitos de acceso a las prestaciones públicas, se flexibiliza el mercado de trabajo y se generalizan las políticas activas de empleo. La globalización y la revolución tecnológica que nos está tocando vivir no han supuesto en los países europeos el triunfo del capitalismo neoliberal, ni la desaparición del Estado de Bienestar pero sí una reestructuración institucional que afecta más a sus formas de provisión que a sus objetivos.

En definitiva, la nueva dinámica económica de la globalización está creando un Nuevo Estado de Bienestar Competitivo, donde la lógica del universalismo estatal protector característico del Estado de Bienestar tradicional, evoluciona hacia sistemas más privatizados. Y al igual que el Estado del Bienestar sueco fue admirado e imitado, tal vez no merezca menos su reforma.