¿Vuelven los jacobinos!

Unión Progreso y Democracia - el partido encabezado por Fernando Savater y Rosa Díez- puede convertirse en el termómetro que nos indique el grado de desencanto del electorado frente a los grandes partidos tradicionales: unionistas e independentistas, de izquierdas y de derechas. Un partido de ideología 'jacobina', que esta vez no se presenta como una imposición extranjera, sino como un proyecto concebido y parido por unos vascos afectados personalmente por el conflicto civil que venimos padeciendo desde la invasión de Guipúzcoa y Vizcaya por los revolucionarios franceses (en 1794). Es decir, que nos encontramos ante la paradoja histórica de que unos jacobinos traten de contribuir a solventar lo que otros iniciaron.

Vamos a empezar por una fugaz explicación de lo de 'jacobino' -término que el lector no tiene por qué conocer- y que puede interpretarse histórica o peyorativamente. Históricamente, fueron el núcleo duro de los revolucionarios franceses, que en 1789 se reunían en el parisino convento de los frailes jacobitas. El corazón de su ideario era construir una nación de ciudadanos iguales y laicos; aniquilando por el camino a la monarquía, la nobleza y la iglesia católica (y con ellas, a las creencias y tradiciones que estas encarnaban). Su gran éxito fue la creación de una nueva Francia; ésta consiguió en pocos años unirse y fortalecerse de tal modo, que en poco más de una década, no sólo había consolidado su revolución sino que se dedicó a conquistar Europa. En su demérito está la reducción a su mínima expresión de la rica variedad lingüística, jurídica e institucional; en muchos casos, en contra de la voluntad de la población y a costa de ríos de sangre.

En cuanto a su acepción peyorativa, puede tener una o dos versiones. La más generalizada es la de 'demagogo' y 'revolucionario' (o 'violento'); por el estilo de que hicieron gala los jacobinos históricos. Otro, es el sentido que le vienen dando los líderes separatistas de las naciones sin Estado de Europa, que llaman así a los 'centralistas' y 'unitaristas' de los partidos estatales que se oponen a que ellos tengan la posibilidad de tener un Estado propio (y puedan llegar a hacerle lo mismo a sus propios traidores-separatistas).

Pues bien, en este artículo, empleo el término en el segundo de los sentidos peyorativos. Porque nuestros jacobinos de la UPD -al igual que sus predecesores- son igualitaristas, estatistas, anti separatistas, laicos, y provienen de la izquierda; pero no son violentos ni demagógicos, más bien lo opuesto. Curiosamente, sus principales ideólogos son también donostiarras, como los primeros jacobinos españoles; aquellos burgueses que el 4 de agosto de 1794 entregaron San Sebastián a los franceses sin pegar un tiro, y luego trataron de colaborar con ellos (cosa que pocos consiguieron, pues varios de sus líderes acabaron en cárceles francesas). Librecambistas antiforales, simpatizaban con los ideales de una revolución burguesa que acabara con las aduanas interiores y el acaparamiento de los cargos públicos por parte de los jauntxos. No me cuesta nada imaginarme a Savater 'sans culote', con la escarapela y un volumen de Voltaire bajo el brazo.

Los nuevos jacobinos prometen refrescar el triste y anquilosado panorama político español, aportando un nuevo estilo de hacer política que debería anteponer la aplicación de su programa sobre los intereses de los aparatos de los partidos. Algo así como un partido político 'alternativo'. También aportan un ideario diferenciado, pues prometen defender la igualdad de todos los ciudadanos a través de un Estado fuerte. Un tercer rasgo principal, que denota el origen socialista de sus principales ideólogos, es la promoción de los valores cívicos frente a cualquier intromisión de la Iglesia; que se concreta en su defensa de la asignatura de Educación para la ciudadanía. Finalmente, se distinguen por su potente origen intelectual, pues la presencia de Savater, Martínez Gorriarán y Buesa (junto con el apoyo explícito de otros como Boadella y Vargas Llosa) les otorga un caché del que carecen los otros partidos. A diferencia de sus oponentes, estos vienen frescos y con unas cuantas ideas muy claras; producto de una reflexión acerca de lo que ellos perciben como graves problemas para los ciudadanos.

Y tras el 'lanzamiento' ahora viene la implementación del ideario. Entre los retos más complejos que se les presentan, yo destaco cuatro. En primer lugar, hacer llegar su mensaje al electorado, careciendo de dineros empresariales y de aparato burocrático. Por ello, el tratamiento de los medios de comunicación va a ser un factor clave; y no lo van a tener nada fácil, porque el día de su presentación entraron en el minuto 14 del telediario de 'La Primera', durante unos cuarenta segundos, cómo sexta noticia, y detrás de otra aburrida intervención de Moratinos. Que se preparen Tampoco creo que les vaya a tratar bien la prensa derechista; consciente de que la prosperidad de este partido también puede restarle votos al PP (siendo prioritario para esa prensa que deje de gobernar Zapatero).

Otro reto va a ser el mantenimiento de su idealismo inicial. Porque siendo posible encontrar algunos políticos idealistas, más difícil es que los encuentren con las mismas ideas que ellos, y si encuentran los suficientes veremos cuanto les dura; porque pueden acabar con los mismos vicios clientelares que vienen a combatir. Ahí está, como precedente, el espectáculo de las peleas en Ciutatans. Problema que se agravará con el desembarco de políticos rebotados de otros partidos; con toda la experiencia que ya han acumulado en la marrullería para permanecer en la poltrona.

El tercer reto es un sistema electoral que favorece el voto útil y su concentración provincial. Solo tienen verdaderas opciones en las circunscripciones con mayor número de escaños. Al final, la paradoja puede ser que debiliten lo suficiente a los dos grandes partidos, como para que dependan aún más de las formaciones independentistas. Puede así acentuarse la actual deriva hacia un parlamento 'a la israelí', que aumente aún más el mercadeo de asientos y prebendas.

Por último, les auguro escaso éxito en su principal preocupación y lugar de procedencia. Cuantitativamente, solo tienen alguna posibilidad real en Vizcaya (presentando a Rosa Díez y arriesgándose a que no salga). Téngase en cuenta que, a pesar de los excesos de los independentistas, el sentimiento vasquista sigue siendo tan fuerte como justificado; porque la realidad actual y la historia lo avalan ante una población que -como todas las del mundo- antepone el bienestar material a la solidaridad. Guste o no, la tradición foral y el Cupo son parte importante de las señas de identidad de este pueblo y constituyen unos derechos colectivos muy arraigados. No se puede negar que sean unos privilegios, pero lo cierto es que nos vienen sentado fenomenal desde tiempo inmemorial; resultando imprescindibles para financiar un doble sistema educativo, dos culturas y el caro régimen asistencial vasco. Los vascos con mala conciencia -que no creo que sean muchos, porque a lo bueno cualquiera se habitúa- se apuntan a una ONG; no les veo votando por la derogación del actual régimen fiscal.

Lo que sí me atrevo a vaticinar son algunos resultados de la aparición de la UPD. En primer lugar, la reducción del voto a un PSE más vasquista que socialista y a un PP tan exaltado como exagerado; porque Rosa Díez y su gente resultan más estimulantes y creíbles para el votante constitucionalista templado. También es posible que sirvan de revulsivo para los grandes partidos, obligándoles a reflexionar sobre sus renuncias ideológicas y sus políticas de pactos. De ser así, no sería poco, pues habrían contribuido a la regeneración de la clase política. También en sentido positivo, PSE y PP se verán un tanto aliviados de las iras de los independentistas más exaltados, que ahora deberán repartir entre tres sus agresiones (aunque estos siempre pueden superarse, 'arrear' aún más, y que populares y socialistas sigan tocando a lo mismo). En resumen, que el espectáculo de la política va a estar muy animado en este nuevo curso y los periódicos seguirán sin ser monopolizados por las noticias de deportes.

Ignacio Suárez-Zuloaga