15-M. Cinco años son ¿nada?

Quiso España cambiar algo ese día, algo que venía incubando desde tiempo atrás. O quiso celebrar una verbena cabreada, quejándose de lo que, por aquel entonces, era el inicio del culebrón de los corruptos; ése que nunca termina ni terminará. Había elecciones para el 20, los jóvenes no tenían nada que hacer y tenían batería en el android, y quizá algo habían leído de las barricadas de París: aquel artículo de Viensson-Ponté en Le Monde, "Cuando Francia se aburre".

Como un turbión de los desheredados con licenciatura y vacío, el corazón de España empezó a llenarse de pancartas. Todo parecía un episodio volátil, como el de los republicanos de todos los 14 de abril con altavoz en Sol, como los taxistas cuando protestan por los coches compartidos del Ubber. Pero no, fue algo más. La plaza de la Mariblanca, la Puerta del Sol, nuestra Trafalgar Square estaba escribiendo una historia de gente indignada. Al principio creímos que la cosa era inmaculada, una floración espontánea de cabreados sin siglas y sin nómina.

Entre el curioso y el simpatizante, en poco tiempo apareció la Puerta del Sol en la CNN; bajo los cataplines del caballo de Carlos III se inventaron un comité de política internacional, de Cultura para todos. Se incurría en el ridículo asambleario, pero nadie quería romper la magia de ese espíritu infantiloide de comuna. Querían creer que se podía. Y jóvenes y viejos caminaban hacia la Puerta del Sol.

Desde las alturas de Tío Pepe o del balcón de abajo, esa plaza fea y simbólica parecía una suerte de Yamaa el Fna. Multitud, corros, cuentacuentos, debates estériles donde los jóvenes llegaban al quórum sobre los campos de Tinduf, sobre la banca: sobre el sexo de los ángeles. Al ascua de la sardina de la acampada se fueron arrimando, de repente, un chorro de liberados sindicales, algunos represaliados del socialismo que querían tirar la banca de la noche a la mañana. Y ancianos, sí; algunos o muchos ancianos que le daban al descontento feliz de Sol la imagen entrañable: la imagen para la Historia.

La bola de nieve, los trending topic, Sol, epicentro de algo que llamaba a la posteridad. Esperanza Aguirre quería sacar a las lecheras y Rubalcaba, entendido de multitudes, pitadas y maderos, seguía los acontecimientos. Fue una Primavera Árabe donde nadie se quemó a lo bonzo, donde no se guillotinó a un jeque. Era una cosa espontánea pero al rato había pegatinas, eslóganes, y hasta jerarquías y caudillitos debajo de cada toldo y con megáfono.

Alberto Garzón se encumbró como un joven con capacidad de convicción mientras los pesos muertos y viejos de su Partido ladraban contra "el niño" redicho y lo bien que chupaba cámara. Derechas e izquierdas audiovisuales se unieron al festival de los acampados. Ferreras y sus antípodas codo con codo, balcón con balcón. Se hizo espectáculo de la multitud.

Fue aquella noche del pajarito, como hubo la noche de los transistores. Pero sí, fue la noche del pajarito azul de Twitter. Prohibieron las cervezas por una mala conciencia de comuna; tomaron la palabra exaltados, líderes vecinales, sociólogos de baratillo y viejos que recitaron malamente a Machado. De repente los suspendidos del Bachillerato, los parias del instituto, habían leído a Bobbio en el autobús que los trajo de Badajoz.

En la plaza de la Mariblanca, lecturas, pocas. Cinco consignas de Benedetti y el panfletillo de Hessel. Cuando un anciano ve la vuelta del camino, en fin, pretende arreglar el mundo con un catálogo de perogrulladas que se vende bien y no se piratea, a pesar de todo. Y lo mismo Hessel que Sampedro. Idignáos, decían. Por la Puerta del Sol los días de acampadas uno podía aprender el precio del café, el sufrimiento del pueblo kurdo y las estadísticas parcheadas de a dónde iban nuestros impuestos.

Y yo reconozco que me emocioné de ver que el pueblo español tenía sangre, redaños para salir al Foro y gritarle a quien correspondiese las verdades del barquero. Me emocionó ver una bandera nacional, como de refilón, pues también con la indignación patriótica cayeron tiranos y ladrones. Pero no, nada de eso quedó al final.

Fue, para muchos, un sueño que pasó por una fase naíf de ladridos al cielo, de asambleísmo tonto para debatir sobre la soberanía popular y el sufragio de los perros. Y rugidos y más rugidos, y marchas que iban y venían de provincias. Madrid se llenó de bocadillos contestatarios. Quisieron ver cuatro gatos, pero en Sol no cabía un alfiler. Ese 15-M que España se indignó nació un nuevo rol en Ttwitter y en sociología; el de comisario político 2.0.

Mi generación, entonces, eran los de Sol, el gol de Iniesta y el paraíso en los 600 euros al mes. Aquel día, aquel 15-M, Garzón se llevó los focos, vestido casual; éramos muy tiernos, sí; aún no sabíamos que Pablo Iglesias, el remangado, iba a aplicar el estalinismo, el culto único a la personalidad. La historia de después ya la sabemos, el pensamiento simplista y todo un universo de descontentos que le han venido haciendo el simpático juego de los contrarios al marianismo triunfante.

Pero volvamos a aquella fecha que fue nuestra primavera de Praga particular. Bullían tambores de cambio pero, quedaron en eso, en tamborrada machacona que hoy se reviste de nostalgia. Corro por la Puerta del Sol, donde España se embarra para nada. De esa ilusión de cambio hoy han quedado una serie de alcaldías del disparate. Porque España dicen que quiso cambiar, quizá le sobraron los motivos -que los sigue habiendo- y les fallaron los compañeros de viaje. Leo que Manuela Carmena, alcaldesa de nuestro Madrid, grabará el lema del 15-M en la fuente de la plaza: "Dormíamos, despertamos". Qué tierna...

En la Puerta del Sol se fotografían Garzón e Iglesias, ante el cabreo de quienes sí se tiraron vigilias enteras en el empedrado de Madrid. En la Puerta del Sol me regalan una Biblia y la pancartas humanas, ya, sólo anuncian que "se vende oro". En la Puerta del Sol todo es una desolación de aquellas tiendas de campaña tipo iglú. Poder no se pudo; ahora Podemos e IU confluyen y la revolución pasa por el derecho a decidir de Cataluña. La línea roja de uno, la decepción de cientos.

15-M, cinco años, y una batallita para los que no corrieron -por edad- delante de los grises.

Jesús Nieto Jurado es periodista y escritor.

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