1913: ¿qué habría pasado si...? (y 2)

¿Cómo sería el mundo, cómo sería Europa en la actualidad si la Primera Guerra Mundial no hubiera estallado? Los historiadores no han podido ponerse de acuerdo sobre el principal responsable de desencadenar el desastre. La mayoría considera que no fue, en absoluto, inevitable, y durante décadas se sostuvo que ambos bandos eran igualmente responsables. Posteriormente, en los años sesenta, tras las investigaciones del historiador alemán Fritz Fischer, una influyente escuela alemana de especialistas atribuyó la mayor parte de la responsabilidad a los líderes alemanes. No todo el mundo estuvo de acuerdo, ni mucho menos. En fecha reciente, un historiador británico, Sean McMeekin, ha atribuido la mayor responsabilidad a los diplomáticos y mandos militares rusos, así como a la debilidad del zar. De nuevo, no obstante, ha quedado como opinión minoritaria.

Hace unos años, en una visita al Museo Militar de Viena, vi la pistola que fue el arma homicida con la que Gavrilo Princip, de 19 años, mató al archiduque Francisco Fernando, episodio que desencadenó la Gran Guerra. Sucedió en la mañana del 28 de junio, un día soleado, ante el colmado de Moritz Schiller, frente al puente Latino. El archiduque, inspector general del ejército austriaco, se desplazaba en un grupo de seis vehículos. ¿Qué habría pasado si Princip hubiera saltado al coche equivocado y hubiera matado entonces al secretario del archiduque, un coronel del ejército? ¿Qué habría pasado si la pistola se hubiera encasquillado? Muchas cosas fueron mal en aquella mañana; Gavrilo Princip intentó luego suicidarse y falló en el intento. Habría tenido lugar una crisis, pero no una guerra mundial. Sin embargo, ¿no es cierto que había tanta tensión en Europa ese año, entre alemanes y eslavos, entre franceses y alemanes (por Alsacia y Lorena)? Los generales y los almirantes querían probar el nuevo armamento. Había un nacionalismo agresivo y radical. Pero existían conflictos aún más profundos entre Estados Unidos y Rusia, principalmente por causas de competencia económica; entre el Reino Unido y Francia (por reclamaciones coloniales rivales en África, como en el caso de la crisis de Fashoda). Aunque los militares saludan con aprobación el aumento de los presupuestos, se muestran más renuentes que los políticos a empezar una guerra. Saben que es fácil empezarla pero nadie sabe cómo acabará.

La guerra en 1914 no era algo predeterminado. Ahora bien, en su defecto no habría habido revolución rusa ni estalinismo, como tampoco fascismo ni Hitler. Es verdad que la Europa política no habría quedado congelada como quedó en 1913. Habría tenido lugar la descolonización, porque los movimientos hacia la independencia en las colonias no podrían haber sido detenidos. Conservar las colonias se había encarecido. Las colonias se habían obtenido, en un principio, porque significaban riqueza para las potencias coloniales, materias primas baratas y mercados. Pero hacia 1913 las colonias se habían convertido en activos no rentables desde un punto de vista empresarial y las potencias coloniales, en lugar de obtener beneficios, perdían. Seguía siendo prestigioso pertenecer al club de las potencias coloniales, pero la tarifa de socio estaba subiendo demasiado.

¿Qué cabe decir de las monarquías autocráticas como la Rusia zarista, Alemania y Austria-Hungría? Sus gobernantes no habrían abdicado de modo voluntario. Cierto, pero el movimiento hacia una mayor democracia, probablemente, habría continuado. Su progreso habría implicado tiempo y podría haber experimentado reveses, tal vez dictaduras temporales e incluso una guerra civil. Tal vez se habría precisado de algunos empujones para acelerar el proceso, pero no habría habido una guerra mundial. Es improbable que, cien años después de 1913, los principales países europeos y otros centros de poder fueran a ser monarquías parecidas a las de Suecia u Holanda en la actualidad. Pero habría habido progreso en esta dirección general, político y económico.

La economía estadounidense, probablemente, habría superado a la de Europa y habrían surgido otros centros de poder en otros lugares. Cuesta imaginar que todo esto hubiera tenido lugar sin crisis importantes. Sin embargo, hay un mundo de diferencia entre una crisis grave y una guerra mundial con sus millones de víctimas, enormes daños materiales y, sobre todo, su tremendo daño psicológico y la pérdida de la confianza en sí mismo como sucedió en Europa. La Primera Guerra Mundial condujo a la Segunda que, a diferencia de la Primera, no podría haberse evitado, como tampoco el gran declive del poder e influencia europeos en el mundo.

¿Existiría una Europa unida en la actualidad? Probablemente, no. Estos procesos sólo tienen lugar como resultado de enormes conmociones, tales como la de la guerra civil estadounidense del siglo XIX. América Latina es un buen ejemplo; por más que Simón Bolívar y otros querían una unión, el continente siguió dividido aunque los países que lo componían tuvieran tanto en común. Horas antes de que estallara la guerra, sir Edward Grey, secretario británico de Asuntos Exteriores, pronunció estas palabras, citadas con frecuencia: “Las luces se apagan en toda Europa y no se encenderán de nuevo en el curso de nuestra vida”. Se equivocaba en un aspecto pero acertaba en otro: el vizconde Grey, que falleció en 1933, vivió para ver que las luces se encendían de nuevo, pero ya no era la misma Europa.

Walter Laqueur, consejero del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington. Traducción: José María Puig de la Bellacasa.

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