Domingo, 24 de julio de 2005

Mario Vargas Llosa, escritor (EL PAIS, 24/07/05).

Como en la primera, del 7 de julio, en la segunda ola de acciones terroristas que el fundamentalismo islámico desencadenó sobre Londres el día 21, el blanco privilegiado fueron las estaciones del metro. ¿Por qué? Porque en una estación subterránea la mortandad puede ser complementada con dosis abrumadoras de pánico y porque, además de hacer correr mucha sangre, el mártir arrebosado en explosivos camino al Paraíso consigue el caos, la confusión y el desvarío de la gente común y corriente. Además, por supuesto, de una espectacular publicidad. Los cerebros que maquinan estas operaciones funcionan con una lógica implacable, pues el odio inconmensurable que los guía, contrariamente a la creencia de que las pasiones nublan la razón, no está reñido con la inteligencia, con una lucidez helada, luciferina.…  Seguir leyendo »