Un magnicidio contra la política exterior de Occidente
Una de las peores meteduras de pata a lo largo de mi carrera política fue un intento frustrado de besar a Benazir Bhutto. Habíamos asistido a una reunión y, aunque hasta entonces no habíamos coincidido más que en algunas ocasiones, ella me saludó calurosamente, como si fuéramos viejos amigos, por lo que, cuando llegó el momento de despedirnos, fui a darle unos besos en las mejillas, como habría hecho con la mayor parte de mis colegas del sexo opuesto. Casi se echó a gritar y se escabulló de mí como pudo, dejando claro que semejante proximidad física resultaba absolutamente inapropiada.
Si mi falta de sensibilidad cultural tiene alguna excusa, es la de que esta mujer parecía evidentemente que se encontraba en su salsa en occidente.… Seguir leyendo »