Viernes, 8 de noviembre de 2013 (Continuación)

Ninguna institución ha practicado la autocrítica con la intensidad con que la Iglesia lo ha hecho. En los Evangelios, los apóstoles se ponen de rodillas y se confiesan ante nosotros: Pedro negó a Jesús. Santiago, Juan, como todos los demás, ambicionaron cargos elevados en un futuro reino político, y Tomás fue un inspector de hacienda de la eternidad: para creer, quiso introducir sus dedos en las llagas del Señor resucitado.

Todo esto se cuenta porque la Iglesia es un diálogo con la luz sin fin de Jesús. Y para que esa luz quede clara, tienen también que quedar claras nuestras sombras.…  Seguir leyendo »