
Casado, ¿un pato cojo?
Aquel marido traicionado se presentó hecho un basilisco a las puertas de la sala de cine. Empuñando un revólver, el burlado quiso irrumpir por las bravas para pillar in fraganti a su infiel consorte y vengar la afrenta por su propia mano. En su primera acometida, la aturdida taquillera logró frenarlo en seco: ¡No podía colarse sin pagar! Ganó unos minutos valiosos para que el acomodador interrumpiera la proyección y alertara del peligro que corrían los furtivos amantes, indicándoles una puerta falsa para su salida de emergencia. Para amparar su anonimato, la sala se mantendría a oscuras. Al momento, entre sombras y murmullos, una pareja puso pies en polvorosa.… Seguir leyendo »