Sánchez y el rabino de la cabra
En cierta ocasión, Winston Churchill, con su proverbial capacidad para redondear frases como titulares de periódico, admitió que, a menudo, se había tenido que comer sus palabras y que había comprobado -remachó- que resulta "una dieta equilibrada". No hay que ser, desde luego, Kant para discernir que sólo un necio puede presumir de no cambiar jamás de opinión y el héroe de la Inglaterra contemporánea no se hallaba entre tales cernícalos. Modificar el punto de vista -más difícil cuando se trata de erradicar un prejuicio- puede ser una muestra de inteligencia.
Otra cosa es cuando se trata de opiniones tornadizas que, cual caprichosas veletas, giran gráciles en función del viento.… Seguir leyendo »