Sánchez y el perfecto agachado
Antes de que cavara su ruina imperial con la suicida campaña rusa, a donde marchó deslumbrado por la belleza de unas iglesias moscovitas que le sugerían las pagodas chinas, Napoleón puso a prueba al embajador de Alejandro I. Hasta ese día, el zar era su aliado y habían sellado una lealtad que el caudillo corso rompería invadiendo Rusia sin remilgos. Al igual que siglo y cuarto después repetiría Hitler –tratando de enmendarle la plana a la Historia– al hacer trizas su pacto de no agresión suscrito con Stalin. Al recibirlo, Bonaparte desplegó la sagacidad francesa y el histrionismo italiano que atesoraba por su doble nación y que rocían de anécdotas su paso por la historia.… Seguir leyendo »