Desde que estamos informados, estamos más desinformados que nunca, desde que lo sabemos todo, no hay forma de saber nada, nada aleja más de la verdad que el aluvión de datos, la información por aspersor, o llovida del cielo, como llueven los meteoritos, que son las opiniones que sobran en otros planetas y acaban alcanzando este en forma de roca o polvo, que todo es lo mismo en cuanto se aprieta un poco: relleno para el pavo, aire para las burbujas de las cajas grandes de los regalos pequeños, nadie ve la televisión para informarse, aunque crea que sí, ni se hizo para eso ni sirve para eso, la parrilla (que siempre asa de más) toma algo, cualquier cosa, un no sé qué, un aquel, un todo (un concierto, un parecer, un deporte, una riada), y lo convierte en teatro, tal es su inclinación, en gala, que para eso está, para eso era, parpadeemos o no al verla, pongamos delante de ella cara de alegría o de pena, alce las cejas el presentador o no, engole o no la voz ella, entre en directo desde su salón un experto en bata o haga bailar el hula hoop una niña de Zamora durante la cena, no sirve para informar porque no es para informar, es para hacer como que informa, igual que las fotos de vacaciones son para hacer como que uno se divierte, nadie se divierte de verdad delante de un acueducto, y la cosa es que hay más expertos que batas, o más batas que expertos, todos con su biblioteca detrás y su cara de no sé si esto se estará viendo, hablándonos de proteínas y de ácidos nucleicos y de cadenas largas y de nucleótidos y de biomoléculas, en dos minutos, si puede ser, ritmo, ritmo, ritmo, que entra ya el colaborador con un chiste de geles, unos lo hacen por televisión, a otros los llaman desde la radio, en los bloques que dejan los anuncios de las cosas que nadie quiere comprar ya, o no de momento, desdiciendo a otros expertos, un metro, tres, cuatro metros, metro y medio, dos metros, pongamos que dos y ya vamos viendo, con mascarilla, sin mascarilla, con según qué mascarilla, de tela, de amianto, de augurios, de cemento, cómo se pone de verdad la mascarilla (la cara, siempre detrás), trucos, recetas, horóscopo, santoral, calendario zaragozano, cabañuelas, qué sabemos, qué supones, diez cosas que ignoras, ya verás con el calor (ya veremos), el calor no importa, importa la humedad, importa la educación, importa la confianza en uno, no importa nada, importas tú, tú no importas, todo certezas, ninguna duda, y luego están los periódicos, que algo tendrán que decir ahora que se leen como nunca y nadie paga por leerlos, diez o doce cosas cada día, pero de una sola cosa, artículos como este, aunque el mundo sea más cosas y las cosas no se paren, porque eso es la actualidad, elegir una sola cosa (que se elige, la verdad, sola): el paro, el Mundial, un señor que se ha caído, este virus, Cataluña, la prima de riesgo; una cosa; y, por si no hubiera sabios suficientes, quedan los de internet, siempre a punto, con sus apóstoles en hora y en la posición del loto, con las gafas protectoras y los guantes, hartos de los otros expertos, los comprados, los que dicen lo que dicen porque la verdad es incómoda, porque no interesa, la verdad nos hará libres (ya veremos cuándo), y los sabios se ponen el iPhone delante y le dan al REC, y se dejan abierta la bata (la bata que no falte), y lucen su propia estantería, con su vademécum y todo, con su Dioscórides renovado, con su diploma, con su diccionario (en dos tomos), y sacan la vara de apuntar, que es la de señalar, que es la de subrayar, que es la de golpear, que es la de llevar la orquesta, que es la de indicar (sin dudas) el origen de todo esto, que es el pangolín, que es el murciélago, que es una aldea de Orense, que es un laboratorio secreto, que son los chinos, que son los suecos, que son los extraterrestres -pero no todos, que los hay buenos-, que es la vida (que es así y ya era así antes), que no es nadie, que es el planeta (que se defiende), que es nuestra mente, que es la ultraizquierda tramontana, que son las siete derechas, que es un invento, que ya estaba todo en la Biblia, que llevo avisándolo desde enero, y, mientras, dale que dale, a la lengua y a la lejía, dos partes de lejía más de lo que diga internet, que también las madres nos echaban dos cazos de más y aquí estamos, bien y mal, y regular, peor que nunca, mejor que tú, y no nos ha pasado nada, y dale que dale a las manos, frota que frota, y a la cabeza, gira que gira, y a los pies, anda que anda, ahora que nos dejan salir a la calle a esquivarnos unos a otros y a mirarnos con pánico, y luego está la fase 1, que se decide en el bombo, para evitar presiones, y la fase 2, y los cuartos de final, y las semifinales, y la final, a cielo abierto, unidos todos, todos a una, todos sin juzgar a nadie (con tal de que nadie no sea de los otros), aquí y allí, y más allá, y en los países de nuestro entorno, que son como Marina D’Or; juntos, pero no revueltos; todo es como debe ser con tal de que lo haga yo, con tal de que no lo hagan ellos, los malos ya se unirán, pero en el infierno; y venga a leer: «¡miserables!»,… Seguir leyendo »