Hacer memoria sin borrar la historia
La retirada oficial de un monumento del espacio público es una medida extrema. Incluso cuando está plenamente justificada, se trata de una decisión próxima a la iconoclasia. Aunque no haya destrucción material del símbolo relegado (iconoclasta, en sentido literal, es el “rompedor de imágenes”), suele llevarse a cabo sin un plan de recontextualización de la obra que permita a las generaciones presentes y futuras conocer su historia y las razones de su desplazamiento de la plaza pública. Por lo general, el monumento se abandona en un trastero municipal, inaccesible y polvoriento, o en el depósito suburbano de un museo de arte o historia que difícilmente encontrará medios y oportunidades para integrar la pieza, casi siempre de formato intratable y calidad discutible, en sus colecciones permanentes.… Seguir leyendo »