Sánchez Manostijeras
Para entender los efectos de la derogación anunciada del delito de sedición puede ser instructivo relacionarlos con diferentes afecciones del alma. Comencemos con la melancolía. Si este fuese un debate entre juristas, no le importaría a casi nadie. ¿Es defendible eliminar la sedición y subsumirla en un delito básico de desórdenes públicos con modalidades más leves y graves? Claro. Pero no solo. La actual sedición castiga hechos que no llegan a rebelión -por faltarle a la violencia desplegada una entidad y funcionalidad suficientes para la obtención de alguno de los fines propios de este delito-, pero que son algo más que un simple atentado contra el orden o la paz pública.… Seguir leyendo »