2023 empieza avisando

2023 empieza avisando

Pues llevamos una semana del nuevo año y si seguimos pánfilamente engañados no será porque las señales de nuestra autodestrucción sean disimuladas u ocultas. Ya no. Por ejemplo, nos hemos enterado que las desigualdades económicas entre Autonomías llevan decenios estancadas. Pues casi es una buena noticia porque nos hubiéramos esperado que hubiesen aumentado, pero es que, además, es un dato irrelevante para una sociedad integrada y con plena movilidad, ya que lo importante es la desigualdad inter-individual entre ciudadanos, residan dónde residan. Y esa desigualdad, en España, aumenta tenazmente y seguirá siendo así estructuralmente mientras padezcamos el sistema autonómico que hemos instalado. Y el aumento de la desigualdad en una sociedad de cacicatos es fuente de malestar social, enfrentamientos aldeanos, pérdida de solidaridad y fragilización de una democracia de libres e iguales.

También hemos sabido que una egregia “miembra” del Tribunal Constitucional considera que el Derecho de Autodeterminación, a la luz de nuestra Carta Magna, es estudiable, complejo pero analizable… y eso promete. Si lo unimos a otra Magistrada, que suena para Presidir el TC, que ha declarado que el máximo “Tribunal” debe ser “constructivista”, es decir “construir Leyes”, en vez de frenar Leyes que vayan contra el espíritu o la literalidad de nuestra Constitución, podemos esperar tranquilos, o no tan tranquilos, el malabarismo jurídico que arrope a la consulta, plebiscito o referéndum de autodeterminación que tanto añoran los destructores de España. Por cierto, la separación de poderes en España es tan imaginativa que el TC suplantará al poder legislativo, refrendando nuestra teoría de que el TC es una tercera Cámara con la particularidad de que sus miembros no son elegidos por el pueblo soberano, sino designados directamente por los Partidos políticos. Y así legalizamos a Bildu, verbigracia…

Y hablando del rey de Roma, también esta semana ha acaecido una manifestación multitudinaria en Vascongadas celebrando el fin de la política de dispersión de los criminales etarras, y su inminente salida a la calle. Con el total apoyo declarado o disimulado del consorcio industrialo-militar PNV-ETA. Por supuesto no se trataba de celebrar nada, sino de una demostración de fuerza y poder del secesionismo, en este caso de raíz racista (Sabino Arana) y violenta y aviso para navegantes. Y una maniobra de blanqueamiento de ETA que es palmariamente una más de las apologías del terrorismo que acaecen en aquella región. Es curioso que, con toda franqueza, hayan proclamado “hemos ganado”, dándonos la razón a los que opinamos que, en efecto el secesionismo hispano-vasco, juntado el violento y el no violento, el árbol y las nueces, ha triunfado contrariamente a la versión oficial de que la democracia ha vencido. La democracia ha salido irremediablemente herida. Sólo les invitaré a pensar en cómo las democracias sólidas y atentas al bien común resolvieron sus problemas de terrorismo. Hace un par de años murió en la cárcel (de cáncer) la última y sanguinaria asesina del “Ejército Cero” de Japón. ¿Han oído Ustedes que alguien se preocupara por el acercamiento de presos en Japón? ¿Y en Italia, cuantos miembros de las “Brigadas Rojas”, han sido acercados, no digamos homenajeados, a la salida de la cárcel? No creo necesario insistir en cómo fueron tratados en prisión los miembros de la banda Baader Meinhof en Alemania. Y cuando la esposa del corso asesino del prefecto le suplicó a Macron que acercara a su esposo a Córcega para que viera más a su hijo la respuesta que el Presidente le dio es que el hijo del prefecto jamás podrá volver a ver a su padre (al margen de cómo se acabó con el terrorismo de la OAS) .

O sea que los demócratas, los ciudadanos españoles que creemos en una democracia de libres e iguales hemos sido avisados muy pronto de lo que nos espera en 2023. Y nos quedamos esperando a Godot… o al referéndum, o a la Confederación plurinacional desigualitaria. La cosa es pensar si nos quedamos esperando de brazos cruzados o no.

Por Enrique Calvet Chambon, ex europarlamentario y Presidente de ULIS.

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