
¿No hay otra izquierda?
Son pocos los gobernantes que en nuestro tiempo se refieren a sí mismos como dictadores. Eso quiere decir que hasta el déspota más despiadado honra los valores democráticos o liberales, esto es: reconoce un común paisaje político-moral susceptible de ser invocado. Esa circunstancia abre la posibilidad del debate; por ejemplo, de la crítica: «Eso no es una verdadera democracia». No es poca cosa.
Eso sí, para que esa crítica funcione resulta imprescindible disponer de una idea previa de democracia, ajena a la voluntad del déspota. Dicho de un modo más general: la autocalificación necesita del concepto. De otro modo, más terrenal: la afirmación «yo soy una mujer porque me considero una mujer» solo resulta inteligible si disponemos de una idea independiente y precisa de mujer, si la segunda aparición de la palabra mujer es distinta de la primera.… Seguir leyendo »