La amenaza de desahucio de los vecinos de Casa Orsola, en Barcelona, ha desbordado cualquier previsión de atención mediática. No debe sorprendernos. Más allá de su realidad intrínseca, se ha convertido en un símbolo y representa a la perfección a nivel micro lo que está ocurriendo, con grandes movimientos tectónicos profundos, en las medianas y grandes ciudades europeas más atractivas. En el edificio barcelonés confluyen todos los elementos inmobiliarios, financieros, demográficos y sociológicos que determinan hoy el funcionamiento de nuestras ciudades.
Son cuestiones como el movimiento mundial de capitales en busca de rentabilidades cada vez más elevadas, que hallan en el patrimonio inmobiliario una preciosa mina; la extensión del trabajo telemático, que propicia un movimiento mundial de personas a la búsqueda de residencias temporales en emplazamientos altamente sugerentes —por seguridad, por calidad de vida— a precios para ellas irrisorios; el aumento de una demanda inmediata de viviendas por parte de migrantes que vienen a cubrir el débil crecimiento demográfico vegetativo de nuestras sociedades occidentales; la necesidad de más viviendas por la reducción paulatina del tamaño medio de nuestros hogares; la persistencia de edificios de propiedad vertical con alquileres antiguos, indefinidos, o más recientes pero moderados que no cubren las necesidades de inversión en mantenimiento y mucho menos en rehabilitación para su puesta al día en cuestiones de estructura, accesibilidad o eficiencia energética; los planes de mejora y renovación urbana que revalorizan extraordinariamente sus entornos sin ningún mecanismo de redistribución de las plusvalías que revierta en los edificios.… Seguir leyendo »