
Cónclaves, entre Babel y Pentecostés
Vaya por delante la paradoja: la última monarquía absoluta del mundo se arropa en una mística electoral con la que ninguna nación democrática puede competir. No hay comicios seculares que rivalicen con la sal y pimienta que pone en la actualidad un buen cónclave. Aunque tildar la monarquía vaticana de absoluta es un poco burdo y oculta su genuina originalidad: ser electiva. Retengamos la idea: el obispo de Roma es elegido. Acaso sea la única constante de una tradición continuamente reinventada a la que una hermosa prosopopeya litúrgica cubre con galas de eternidad. Consideremos también esto: en un momento en que los dispositivos de desinformación hacen cundir la sospecha de que no se dan las condiciones para celebrar elecciones verdaderamente libres en ningún sitio, he aquí una institución cuya regla electoral se piensa hasta el último detalle para garantizar una elección libre y pacífica y, por ello, impredecible.… Seguir leyendo »