40 años de izquierda socialista

El socialismo siempre ha sido plural. En consonancia con ello el PSOE ha sido y es un partido plural. Un partido que quiere gobernar y gobierna España tiene que cubrir un espectro plural y amplio intereses, no contradictorio en sus posiciones, pero no idénticos e incluso que responden a distintas matrices ideológicas.

Siempre ha habido dos almas en el PSOE, una socioliberal, que insiste más en el mercado, la competitividad, la flexibilidad laboral, la igualdad de oportunidades y las privatizaciones, y otra más izquierdista, que junto a la libertad abunda más en la igualdad, la igualdad final y real, que insiste más en el papel del Estado, en la redistribución, la mejora de condiciones de los trabajadores y la perspectiva de su emancipación.

La historia del PSOE siempre ha mostrado discrepancias importantes en momentos clave. Pensemos en las diferencias entre Largo Caballero y Besteiro acerca de la conjunción con los republicanos, o entre el mismo Largo y Prieto sobre el grado de participación de los socialistas en los gobiernos de la República, o entre Prieto y Negrín en las relaciones con el PCE.

Tras la muerte de Franco, el PSOE compartía mayoritariamente los valores del socialismo de izquierdas y el modelo de transición a la democracia. Las diferencias políticas saltaron en el 28 Congreso, de mayo de 1979, con la dimisión de Felipe González, apareciendo aglutinado por primera vez de forma clara lo que se llamó “sector crítico”, la izquierda del PSOE.

El 16 de noviembre 1980, en un acto histórico celebrado en la sede de la Federación Socialista de Madrid en la calle Tomás Bretón, en el que participamos más de mil militantes, se presentó la corriente de opinión Izquierda Socialista leyéndose un Manifiesto fundacional encabezado por Gómez Llorente, con Pablo Castellano y Paco Bustelo. Afirmaba la voluntad de revitalizar la democracia interna, impulsar el debate político y “contribuir al rearme ideológico” del partido y a “su proyecto histórico emancipador” como partido de clase, frente al riesgo de su derechización, de convertirse en un partido radical, y frente al cesarismo y el “culto a la personalidad”. Ya entonces Gómez Llorente denunciaba que el PSOE se estaba convirtiendo en un “sindicato de cargos públicos”.

El reconocimiento formal se produjo en marzo de 1981, cuando una Conferencia de Organización aprobó el Estatuto de las Corrientes de Opinión dentro del PSOE, con un papel muy activo de la secretaria de organización Carmen García Bloise. No se aceptaban tendencias organizadas, pero sí corrientes a semejanza del Partido Socialista Francés, sin permitirse elementos organizativos como censos o financiación estable, pero con un sistema de adscripción flexible, en base a portavoces (durante muchos años lo fuimos Antonio Gª Santesmases, Vicent Garcés y yo mismo) y a los apoyos que tuvieran las propuestas políticas.

Los temas objeto de debate eran entonces los mismos que en nuestros días, temas que constituyen el debate permanente en el seno del socialismo. Fundamentalmente cuatro: primero el Ideológico, la definición de las señas de identidad del socialismo incluida su relación con los sindicatos, y recordemos que pronto una parte del PSOE se contaminó con el pensamiento neoliberal y que UGT promovió huelgas generales contra Felipe González.

En segundo lugar la política de alianzas, proponiendo IS el “entendimiento” con la izquierda, tanto política como sindical, frente a la idea del partido como proyecto autónomo, tanto frente a la izquierda política como frente a los sindicatos, hasta inclinarse en la práctica a los acuerdos con el nacionalismo moderado. Hoy volvemos a ver cómo una parte del PSOE aboga por pactos con el centro e incluso por la gran coalición, mientras que el ala izquierda es partidaria del acuerdo con Unidas Podemos.

Tercero el modelo de partido, la democracia interna, el voto individual, la proporcionalidad en los órganos de dirección, hoy algo obvio, pero que supuso fuertes resistencias y arduos debates internos. Más tarde las primarias para elección de cargos y candidatos, sin apertura aún a los simpatizantes, aunque a la vez supone una mayor concentración de poder en el líder, en detrimento incluso de las propias corrientes. En definitiva, si el PSOE va a responder a un modelo democrático propio del siglo XXI, y si la democracia significa también autonomía frente al poder económico y frente a poderes mediáticos.

Y por último, el modelo territorial, un modelo de España centralizada propia del nacionalismo español, muy arraigado en algunos sectores del PSOE, frente a un modelo que propicia un federalismo plurinacional.

IS ha incidido en muchos debates claves: contra la entrada de España en la OTAN, el apoyo a UGT en la Huelga del 14-D, la defensa del Estado de derecho frente al terrorismo de Estado, el apoyo a Josep Borrell como candidato a presidente, la oposición a la reforma del artículo 135 de la Constitución, que no votamos tres diputados vinculados a IS, la presentación de Pérez Tapias a secretario general del PSOE, obteniendo un 18% de votos, el apoyo mayoritario a Pedro Sánchez frente a Susana Díaz, la opción por el pacto con Unidas Podemos y la oposición a la gran coalición, la reivindicación de la memoria democrática, y muchos otros.

Decía que el PSOE tiene dos almas. La más a la izquierda tiene que renovarse y abrirse a más sectores y este es uno de los retos que hoy afronta IS-PSOE.

Manuel de la Rocha Rubí fue portavoz de Izquierda Socialista-PSOE

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