40 años impulsando Europa

La semana pasada celebramos en Luxemburgo 40 años de la fundación del Partido Popular Europeo. Este aniversario coincide con uno de los momentos más críticos, quizá el más crítico, desde la creación de la Unión Europea. Nunca antes, en sus casi 70 años de historia, el proyecto europeo había estado tan cuestionado y había suscitado tanto recelo por parte de instituciones y ciudadanos.

Si queremos hablar en clave de futuro, es esencial echar también la vista atrás para comprender las cuotas de bienestar que hemos alcanzado con este proyecto común, basado en la solidaridad.

Porque eso es precisamente lo que es Europa, un proyecto en construcción, vivo, latente, que ha ido evolucionando, dando respuesta a los diferentes retos políticos y necesidades sociales. Y es de justicia constatar que, al final de cada crisis, Europa ha salido invariablemente más reforzada.

Si nos cuesta entender el impacto positivo de Europa en nuestras vidas es, precisamente, porque hemos asumido sus beneficios. Hasta hace sólo 70 años, los países europeos dirimían sus diferencias a sangre y fuego; en tan sólo 31 años, Europa fue el germen de dos nefastas guerras mundiales. Es la primera vez en más de 800 años que resolvemos nuestras diferencias sin acudir a la violencia. Como dijo la canciller alemana Angela Merkel en la citada celebración en Luxemburgo, si las guerras de la antigua Yugoslavia y el actual conflicto en Ucrania nos enseñan algo es que no podemos dar por hecho la paz.

El primer gran objetivo del proyecto europeo, conservar la paz en todo el continente, se ha logrado con creces.

Los subsiguientes pasos no han sido menores. Hemos creado el mayor mercado único del mundo, del que se benefician más de 500 millones de ciudadanos, 19 Estados compartimos la misma moneda y, gracias a Schengen, la libertad de movimiento es un hecho en Europa.

La participación ciudadana ha sido cada vez más activa, abierta y democrática. Y aquí quiero recordar dos grandes hitos en este sentido: las primeras elecciones por sufragio universal al Parlamento Europeo en 1979 y la nominación de un candidato por parte de los partidos europeos para presidir la Comisión Europea en las elecciones de 2014, en las que fue elegido el candidato del PPE, Jean-Claude Juncker.

Porque en contra de las soflamas del populismo más rancio y la extrema derecha más obtusa, Europa no es sólo una unión económica. Europa es una unión política que hunde sus raíces en una civilización e historia comunes, respetando las tradiciones y singularidades de sus territorios. El sentido original de los fundadores de la Unión, que lo son en gran medida también del PPE, no es suplantar a los gobiernos nacionales. El proyecto europeo quiere aunar esfuerzos y profundizar en aquello que nos une para generar prosperidad y bienestar en sus ciudadanos.

A menudo, la Unión Europea se ha convertido en chivo expiatorio a quien culpar de los fracasos y errores a nivel nacional. Algunos han utilizado, de manera injusta, el proyecto europeo de solidaridad, unidad, compromiso y tolerancia como arma electoral y como escudo para redimir sus propias faltas.

Sólo una Europa unida puede jugar un papel principal en el proceso de toma de decisiones sobre la agenda global. No se puede pasar por alto que muchos de los retos a los que nos enfrentamos son también retos mundiales. Sólo unidos podremos hacer frente a esos desafíos.

En su demonización de todo lo establecido, y su fobia a las instituciones, populistas de izquierdas y extrema derecha están a menudo unidos. Yo los he visto votar juntos en más de una ocasión en el Parlamento Europeo. Su pretendida lucha contra eso que han llamado austericidio oculta a menudo la sinrazón económica de sus programas, utilizando cobardemente su falta de responsabilidad como esponja para enjugar la frustración de los ciudadanos. Frustración por otro lado natural, tras los devastadores efectos de la crisis.

Frente a los populismos, y esto es algo sobre lo que estamos reflexionando en el PPE, es inevitable un cambio de estrategia y comunicación por parte de nuestros partidos miembros para volver a acercarlos al ciudadano europeo. También por parte de las Instituciones Europeas. Muchas de nuestras formaciones han sufrido un desgaste lógico tras adoptar medidas impopulares pero necesarias.

El tiempo ha mostrado que la verdadera salida a la crisis es actuar con responsabilidad. Países como Irlanda y Chipre, a los que la solidaridad europea rescató de una profunda crisis económica, ahora crecen a un ritmo sostenible. Pero a veces las buenas noticias son menos noticia.

Hace unos días conocimos que el número de desempleados en España había caído por debajo de los cuatro millones por primera vez desde 2010. Estos datos ponen de manifiesto que el rigor fiscal y las reformas llevadas a cabo por el Gobierno en los últimos años están funcionando. Que las recetas del PPE funcionan. Que los duros sacrificios llevados a cabo por los ciudadanos han merecido la pena.

No fueron medidas populares pero sí valientes. Y nuestro país es hoy la cuarta economía de la zona euro.

En estos 30 años de España en la Unión Europea, hemos vuelto a demostrar la misma seriedad que a finales de los 90, cuando contra los pronósticos de algunos, nuestro país cumplió con los criterios de Convergencia de Maastricht y el 1 de enero de 1999, se convirtió en uno de los 11 primeros países en adoptar el euro.

Pero no está todo hecho, queda mucho camino por recorrer. Las cifras del desempleo juvenil en la UE y, sobre todo, en nuestro país, deben ser nuestro primer motivo de preocupación. Debemos seguir con las reformas. La crisis económica que hemos padecido ha puesto de relieve que debemos adaptar nuestro modelo social a nuevas realidades. Europa debe apostar por una economía social de mercado dinámica e inclusiva, que invierta en las competencias de las personas para adaptarse a las singularidades de los nuevos mercados de trabajo, en la conciliación de la vida familiar y profesional, en la igualdad de género y en la implementación de sistemas sostenibles de protección social.

Y el empleo es, también, la mejor herramienta para la integración social en una Europa cuya demografía está cambiando constantemente y de manera desigual. Una Europa que debe también hacer frente a una crisis migratoria sin precedentes y que tiene especial impacto en nuestros vecinos del Este. Aquí también la Unión Europea ha liderado las iniciativas en las propuestas de soluciones, sin olvidar que detrás de las grandes cifras hay vidas humanas escapando de guerras, al igual que en un momento no tan lejano, hicieron muchos europeos.

Y también aquí, el enfoque europeo es el único que nos permitirá hacer frente a los flujos migratorios. Una vez más la solidaridad y la colaboración entre países de la UE pero, también, con aquellos países de tránsito y origen de migrantes son condición sine qua non para abordar este reto.

La experiencia española en los últimos años estableciendo acuerdos de cooperación con Marruecos, Senegal o Mauritania, son ahora un modelo para nuestros socios europeos. Durante el Congreso de Madrid el pasado octubre aprobamos una resolución insistiendo en la importancia de abordar las causas de la inmigración ilegal.

Y es por ello que debemos mejorar la gestión y seguridad de las fronteras de la UE, agilizando la concesión de protección a quienes la necesitan.

Otro reto importante en la Europa actual es la lucha contra el terrorismo. Es nuestro deber proteger a los ciudadano europeos, pero los muros no son la solución. Quienes piensan que aislándose están más seguros, caen en un grave error. La solución pasa más bien por la reacción contraria. Necesitamos mejorar el intercambio de datos y compartir información entre nuestros servicios de inteligencia. Los recientes atentados de París y Bruselas, tristemente, nos lo han recordado.

Y, aunque falta mucho por hacer, ya se están dando pasos. En abril, el Parlamento Europeo aprobó una directiva que obligará a las líneas aéreas a entregar a las autoridades información de todos los datos de los pasajeros llegados a la UE desde terceros países y viceversa.

Ésa es la Europa para la que trabaja el Partido Popular Europeo. La Europa de las soluciones. La celebración del aniversario del PPE no ha sido la fiesta de la melancolía, sino un hito simbólico en el que nos hemos recordado la importancia de seguir impulsando la Unión Europea con la misma fuerza hoy que hace 40 años. En el partido no tenemos nostalgia del pasado, tenemos nostalgia del futuro. Y por él seguiremos trabajando, con la convicción de que el proyecto europeo nos hace más fuertes, más grandes, más ambiciosos y más capaces.

Antonio López-Istúriz es secretario general del Partido Popular Europeo y eurodiputado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *