500 años conquistando Tenochtitlán

Uno de los fenómenos más interesantes de deformación que ha producido la leyenda negra es la fijación obsesiva por determinados tópicos de la historia de España, con olvido absoluto de otros que pudieran ser tanto o más interesantes. En esta temática recurrente e inasible a la evolución se lleva la palma el binomio inquisición/conquista. La segunda ha ocultado todo lo que tiene que ver con la consolidación de la política virreinal y con la expansión comercial y cultural por América y hacia Asia, o mejor dicho, desde América hacia Asia o con los efectos económicos globales de la conexión Imperio Habsburgo-Imperio Ming.

500 años conquistando TenochtitlánSe puede agarrar por las solapas a cualquier licenciado (ahora graduado) y soltarle la provocativa pregunta: ¿aparte de que Hernán Cortés conquistó Tenochtitlán, qué sabe usted del virreinato de la Nueva España? Y es muy posible que no sepa otra cosa. Puede incluso que piense que Cortés conquistó México. Tres siglos de historia virreinal petrificados en un solo hecho. Cinco siglos después y seguimos en lo mismo. Vamos a por el sexto. Para que se vea el disparate histórico y conceptual que esta idea supone acudiremos a la geografía que es, mapa mediante, una realidad muy visible. Obsérvese la superficie del Imperio azteca, la del virreinato y la de México actual. Salta a la vista que el primero es muy pequeño y en cambio qué enorme es la superficie del virreinato. Pregunta: ¿conquistó Cortés todo este inmenso territorio? Pues no. ¿Quiénes vivían ahí? ¿Eran aztecas también? Pues no. ¿No habíamos quedado en que México es el país de los aztecas? Entonces, ¿cómo es que estos ocupaban una región tan pequeñísima dentro del virreinato? ¿El resto, qué era? ¿Estaba vacío? ¿Quizás algunos eran enemigos de los aztecas y lucharon con los españoles contra ellos?

El 23 de abril de 2020, durante el Gran Confinamiento, se celebró en Los Ángeles un conversatorio titulado ‘Españoles y mexicanos: el encuentro continúa’. La hora era muy mala en España, pero merecía la pena aunque solo fuera por ver algo que llevaba tal título. Pero sobre todo fue interesante escuchar al profesor de Historia del Arte en la California State University, don Manuel Aguilar Moreno, la historia más sabrosa e iluminadora que haya oído jamás para entender esto de los perdones y los AMLO y el trastorno bipolar de que son síntoma. Transcribo la anécdota que contó el profesor Aguilar sucedida con un alumno suyo, que un día le dijo:

-«Profesor, me acabo de quitar el nombre de esclavo -y entonces me enseñó su licencia de manejar-, y ya me puse mi nombre azteca, que es el que me corresponde».

Entonces vi que se llamaba ahora Xhucoalt Temantzin Tenamaxtle y le dije:

-«Oye, Jorge, ¿y de qué parte de México vienes?».

-«Pues somos de Michoacán».

-«Pues tienes que cambiar el nombre porque tú no eres azteca. Estás cometiendo un error, pues, de cierta ignorancia, aquí en esto. Tendrás que ponerte Caltzontzin o algún nombre de los emperadores tarascos o purépechas, que son los únicos que derrotaron a los aztecas. Entonces, el orgullo étnico de tu familia está en que fueron los únicos que derrotaron a los aztecas. No te puedes poner un nombre azteca porque estás contradiciendo totalmente el origen étnico de tu familia».

Lo que sucedió es que a la semana siguiente volvió y me dice:

-«¿Sabe qué, maestro? Ya mejor soy Jorge González otra vez».

¿Alguien va a pedirle perdón a Jorge González por haber intoxicado la historia de su región y de su propio origen hasta el punto de que le resulta imposible ubicarse con respecto a la historia de su país, que es México? ¿Lo va a hacer AMLO ahora que está en racha de perdones? ¿Lo va a hacer cualquiera de los cientos de amlos, puro cachupines como AMLO es, que son responsables de este trastorno? Este AMLO, como todos los amlos que en el mundo han sido, está solo en racha de palabras y solo de palabras, porque no parece que tenga intención de atender alguna de las reivindicaciones de las comunidades indígenas. Por ejemplo, con respecto a las tierras que fueron expropiadas a los indios tras la independencia. Que una cosa es predicar y otra dar trigo. A ver quién le pone el cascabel a este gato.

Pero es precisamente a los Jorges González de México y de toda Hispanoamérica a los que hay que pedir perdón. Yo les pido perdón. Por haber aceptado la demagogia amlo sin protestar, por haber consentido que estos mexicanos, que son mayoría, y que no pueden ser aztequizados sin esquizofrenia, se conviertan en gentes invisibles, en gentes cuya historia no tiene derecho a formar parte de la historia oficial de México. Por supuesto tampoco forman parte de la historia oficial de España porque nosotros también tenemos Historia a lo amlo, que es nieto de españoles y, como ya he dicho, puro cachupín, y como tal se comporta. ¿Cómo se puede intoxicar tanto el autoconcepto de un muchacho hasta llevarle a pensar lo que delata la anécdota arriba descrita? Porque esto no es un producto de la naturaleza. Nadie llega al extremo de renegar de su propio nombre por casualidad.

En esta ocasión de los 500 años qué buena oportunidad vamos a perder para hacer visibles a los invisibles. Pero en lugar de ponernos a esta tarea, vamos a escenificar un gran juicio a la persona de Hernán Cortés y a la conquista de Tenochtitlán. Ya hay varios por ahí, perpetrados por diz que profesionales de la historia y asimilados. Es un componente clerical que está en la historia de España y de todo el mundo hispano desde que fray Bartolomé triunfó como Los Chichos en el festival de Eurovisión con el tema ‘Ego non te absolvo’. No ha habido quien pueda quitarle este sello clerical a una parte de la historiografía española. Con tono de padre redentorista y dengues de ursulina (santa indignación, tono escandalizado, penitentiagite, etcétera) se desembarca en la historia de España y ay de aquel que no haga las tres genuflexiones de denuncia ante la iniquidad moral de la eterna conquista, pues se arriesga a que algún pseudoclérigo obsesionado le tome como objeto de exorcismo preferente y con la misma inquina que Calvino persiguió a Servet, haga de su vida una cruzada contra el hereje. Detrás viene el coro de plañideras. Ya lo dijo Ortega en una de sus frases más geniales: los españoles siempre detrás de un cura, con un palo o con una vela, pero detrás de un cura. El día que seamos capaces de superar estos lastres, va ser como la explosión de una supernova.

Elvira Roca es escritora.

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