7-J: un año más tarde, ¿qué ha cambiado?

Por Margaret Beckett, ministra de Exteriores británica. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia (EL PAÍS, 08/07/06):

Hace un año, entre las 9 y las 10 de la mañana del 7 de julio de 2005, cuatro terroristas suicidas detonaron sus bombas mortíferas en la abarrotada red de transportes de Londres. Cincuenta y dos personas perdieron la vida. Más de 770 resultaron heridas. Hubo víctimas blancas y no blancas, británicas y no británicas, de todas las religiones y de ninguna. Fue un acto cruel, cometido en plena hora punta, pensado para causar el máximo trastorno y el máximo daño físico posibles.

En muchos aspectos, los terroristas fracasaron. Pero no hay duda que causaron impacto.

Sin embargo, fue un impacto con el que quizá no habían contado. En todo el Reino Unido, musulmanes de todas las denominaciones se unieron bajo una misma bandera: "No en nuestro nombre". En todo el Reino Unido y en todo el mundo, condenamos aquella atrocidad y nos comprometimos, todos unidos, a garantizar que los extremistas no nos arrebatarían su libertad. Un año después, los londinenses siguen utilizando el transporte público. Los turistas siguen acudiendo en masa a la capital británica. Sigue habiendo mezquitas al lado de iglesias, templos y sinagogas. Los teatros, clubes y restaurantes de Londres siguen llenos de gente decidida a disfrutar de su libertad. Y en las calles de Gran Bretaña, personas de distintas religiones y opiniones siguen hablando entre sí, compartiendo ideales y construyendo amistades.

Mucho antes del 7 de julio de 2005, nuestro Gobierno ya hablaba con y escuchaba a la comunidad musulmana en Gran Bretaña, del mismo modo que lo hacemos con otras comunidades religiosas y étnicas que constituyen nuestro país. Los musulmanes son parte integrante de Gran Bretaña y de nuestro modo de vida desde hace siglos. Ya en 1940, el Gobierno británico donó 100.000 libras (equivalentes a unos 3,5 millones de libras actuales, alrededor de 5 millones de euros) para la construcción de la primera mezquita en Londres, como agradecimiento a los muchos miles de musulmanes que habían luchado por Gran Bretaña en la Primera Guerra Mundial. Los centros educativos más prestigiosos del Reino Unido, las universidades de Oxford y Cambridge, disponen de cátedras de estudios árabes desde el siglo XVII.

Hoy en día, los musulmanes británicos ascienden a casi 2 millones. Son pares en la Cámara de los Lores y diputados en la Cámara de los Comunes. Hay más de 200 que son consejeros locales, incluidos varios en mi ciudad, Derby, donde uno de nuestros más veteranos consejeros musulmanes ha sido alcalde, el primer ciudadano. Desde sus contribuciones como abogados, médicos y líderes empresariales, hasta el cargo de decano en un college de Cambridge, los musulmanes son un hilo importante en el tejido social que hace británica a Gran Bretaña. Y esa aportación no va a hacer sino incrementarse: el Gobierno británico ha estado y está decidido a garantizar que los musulmanes y otras minorías sigan desempeñando un papel activo en nuestra vida nacional.

Nuestro Gobierno se compromete también a combatir el extremismo, el desempleo y el fracaso escolar. Hacemos todo lo posible para fomentar un debate más profundo entre los musulmanes británicos y los especialistas más influyentes con el fin de refutar el dogma de los extremistas. Los ministros y altos cargos del Gobierno se reúnen constantemente con comunidades musulmanas de toda Gran Bretaña para conocer de primera mano algunos de los problemas que afrontan los jóvenes musulmanes y tratar de abordarlos. Ha habido un extenso debate a medida que, como era de esperar, han surgido interrogantes sobre nuestra política exterior, sobre todo en relación con el mundo musulmán.

Las situaciones de Irak y Afganistán son, sin duda, un motivo de preocupación entre otros muchos, tanto para el mundo musulmán como fuera de él. Sería catastrófico para las perspectivas de paz en ambas regiones que fracasaran los esfuerzos que se llevan a cabo en la actualidad. Nuestro reciente despliegue de tropas en la provincia afgana de Helmand está sirviendo para llevar estabilidad a aquel país tan acosado, y para que el pueblo afgano pueda pensar en un futuro pacífico y optimista por primera vez en muchos decenios. Mi colega el ministro de Desarrollo Internacional, Hilary Benn, acaba de anunciar la asignación de 30 millones más de libras a la provincia, con el fin de ayudar a proveer de servicios esenciales, infraestructuras y préstamos a los campesinos para facilitar la producción de cultivos legales.

En Irak, nos satisface la formación de un nuevo Gobierno iraquí elegido y observamos con esperanza cómo empiezan a gobernarse a sí mismos y a construir una nación que sea democrática y esté libre de tiranía. En los dos países luchamos junto con las autoridades nacionales elegidas contra un enemigo que prefiere un modo de vida represivo y violento. No vamos a dejar que triunfe.

En Oriente Próximo, a pesar de las dificultades, seguimos presionando para que el conflicto tenga un final pacífico. Insistiremos, junto con todos nuestros socios internacionales, en trabajar para establecer un Estado palestino estable y seguro, al lado de un Israel estable y seguro.

Hemos tenido que darnos cuenta de que, más que nunca, vivimos en un mundo interdependiente. El primer ministro, Tony Blair, dijo hace poco: "La interdependencia -el hecho de que una crisis en un sitio se convierta en crisis en todas partes- pone en ridículo nuestras concepciones tradicionales del interés nacional". Esa interdependencia nos empuja a todos a tener una mayor cooperación. Pero esta unión tiene que estar basada en valores verdaderamente comunes. No sólo en parar a los terroristas y su ideología perversa, sino también en luchar contra la pobreza, las violaciones de los derechos humanos y las injusticias visibles en todo nuestro mundo, que crean el caldo de cultivo que tan despiadadamente explotan los extremistas de hoy.

Las diferencias sobre política exterior son uno de los muchos factores que los extremistas manipulan para justificar los atentados terroristas cometidos en Londres en julio del año pasado. Ése es el motivo por el que nuestra reacción era importante y por el que todo el mundo la observó con tanta atención. Un año después, ¿ha cambiado algo? Sí, nuestro compromiso con los valores que más nos importan -libertad, tolerancia y justicia- es aún más fuerte y profundo, igual que nuestras relaciones con los países de todo el mundo islámico que respetan esos ideales comunes.