8-N: una elección apocalíptica

Ocho de cada nueve estadounidenses dicen que estas elecciones les han contrariado más que emocionado, según una encuesta de The New York Times/CBS News. Informes sobre el ambiente interno que se vive en ambas candidaturas hablan de un temor apocalíptico a perder frente al adversario. Fuera de los EE.UU. el temor es otro: una encuesta de Forbes y Statista revela que los europeos están aterrorizados con la posibilidad de una victoria de Donald Trump.

Llevo meses deseando que acabe esta campaña, tan fea que ha degradado la democracia de mi país y ha dejado a los estadounidenses aún más desencantados con sus instituciones de lo que ya lo estaban. Con sus informaciones, el FBI no sólo ha puesto en duda la campaña de Hillary Clinton, sino al propio papel del FBI. Este tipo de agencias tiene prohibido inmiscuirse en política y, especialmente, en unas elecciones.

En julio, a cuatro meses de los comicios, el FBI descartó que Clinton hubiera cometido delito por usar un servidor privado para su correo electrónico durante el tiempo que fue secretaria de Estado. Es incomprensible, por tanto, que el 28 de octubre -11 días antes de las votaciones- se diera el caso por reabierto. Algo así no tiene precedentes en unas elecciones en EE.UU.

El anuncio del FBI ha hecho daño a la campaña de Clinton, que desde ese momento empezó a bajar en las encuestas. Es cierto, además, que ha coincidido con una movilización de los votantes republicanos en torno a Trump. Pero desde el viernes, las encuestas se han estabilizado e incluso han mejorado para Clinton, hasta que este pasado domingo nos hemos enterado de que los correos electrónicos que tanta polémica han generado se han quedado en nada. Los nuevos correos descubiertos por el FBI eran duplicados de los ya investigados en su día y mensajes personales.

Seguramente habrán notado que Donald Trump no ha dicho nada explosivo desde el 28 de octubre. Según el New York Times, los dirigentes del equipo de Trump le convencieron de que aprovechara el asunto de los correos para bajar el tono de la campaña. Eso incluía dejar de escribir sus propios tuits. Ha sido una buena táctica, porque hemos pasado una semana en la que no se hablaba de otra cosa que de los correos de Clinton, quedando a un lado los innumerables trapos sucios de Trump.

La campaña electoral ha acabado como un juego en el que ambos candidatos se han limitado a evitar dar motivos a la prensa para ser criticados en vísperas de las votaciones. Pero estas elecciones no son un juego ni tampoco un show para proporcionar audiencia a los medios. No todos lo han visto así. Les Moonves, el presidente de CBS, lo ha resumido de esta manera: “Trump no es bueno para la democracia pero es bueno para la CBS”.

El país llega muy dividido a este martes, 8 de noviembre. Cada grupo ve la victoria del adversario como el fin del mundo. Tras 18 meses de insultos por parte de Trump, no es ninguna sorpresa que los latinos y las mujeres hayan salido a votar a Hillary Clinton. Y ambos colectivos van a ser decisivos: la brecha de género (gender gap) -la diferencia del porcentaje de mujeres y de hombres que votan a un candidato- va a ser la más grande de los tiempos modernos. Según las últimas encuestas, esa brecha está en el 25%, mucho más que el 18% de 2012 o el 12% de 2008.

En un informe hecho después de la derrota republicana de 2012, el gran reto fue abrir el partido a los votantes latinos y a las mujeres. La población latina representa ya casi un 18% en EE.UU. y su presencia es muy fuerte en tres de los estados en juego: Arizona (22%), Florida (18%) y Nevada (17%). Por eso, parece surrealista que el candidato republicano se haya cebado con esos dos grupos, llenándolos de insultos. La consecuencia es que hemos visto mucho voto latino en el voto anticipado -sobre todo en Nevada y Florida- que se ha decantado por los demócratas.

Si a los latinos sumamos la gente negra y cualquier otro grupo minoritario del país y, por primera vez, añadimos votantes blancos con educación universitaria, tendremos la foto de los votantes de Clinton. Su campaña ha contado con un ejército de voluntarios en los estados en juego. Eso, igual que el voto anticipado, no se refleja bien en las encuestas.

Ahora bien, aunque como todo apunta gane Clinton, su victoria no es una garantía del final de Trump. Mientras los demócratas viene filtrando información sobre latransición que está preparando (algo que se hace en todas las campañas), se ha publicado que el yerno de Trump está hablando con los medios sobre una posible Trump TV. Es decir, no nos vamos a deshacer de este hombre tan pronto.

Pero más importante que el millonario son sus votantes, la gente que cree que es posible volver a hacer un país “grande”. Seguramente los republicanos tendrán que volver a construir su casa, pero los demócratas también tienen un gran trabajo por delante para buscar soluciones a los problemas de personas desencantadas, que son los perdedores de la globalización.

Esas personas, por lo general personas blancas sin formación universitaria, tienen razones para sentirse lejos de Washington y olvidados por sus políticos. Por eso han puesto su fe en un hombre como Trump. Ellos tampoco van a desaparecer.

La nueva presidenta (o presidente) tendrá un gran reto: liderar todo el país y no solamente las personas que le han votado; pero no está nada claro que el perdedor, ni su partido ni sus votantes, vayan a dejarle. Por ello, puede que este 8-N no lleguemos a la meta, sino que estemos ante el inicio de una nueva carrera.

Alana Moceri es profesora de Comunicación política en la Universidad Europea de Madrid y analista política estadounidense.

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