80 años del papa 'outsider'

Va a cumplir 80 años, acercándose a la edad de la renuncia de Benedicto XVI. La sorpresa ante un papa venido de la Argentina en 2013 fue mayúscula. Era jesuita, amigo de los pobres y nos puso a rezar a todos por él, nada más ser elegido, con un cierto estilo de telepredicador latinoamericano. No podía ser más distinto a su predecesor, Benedicto XVI: este alemán, aquel argentino; teólogo uno, pastor el otro, un intelectual puro frente al hombre “de la reforma práctica”, como lo caracterizó el mismo papa emérito. Parecía perfecto, casi hecho a la medida para alimentar el contraste tan buscado por los medios. Sin embargo, con el tiempo hemos visto cómo estas dos galaxias eclesiales tan distintas tenían un núcleo en común: la reforma de la Iglesia para poder servir a un mundo en estado convulso. En esto conectaron de lleno.

La geopolítica está demostrando que la elección del Espíritu Santo era correcta. Un papa no europeo, un outsider –como lo podían considerar algunos– está haciendo un buen papel en la escena internacional. Su papel fundamental consiste en buscar la paz. Y rezar por ella, que también es importante.

Tras el paseo triunfal por Cuba y parte de Estados Unidos, algunos afirmaron que el papa era “un gran político”, un peacemaker, lo que el Quijote llamara un “desfacedor de entuertos”. Un grafittero romano lo representó como un supermán portando una cartera, en la que estaba escrita en perfecto español: “VALORES”. A él no le gustó. Pero Bergoglio ha sorprendido al mundo con su faceta de solucionador de conflictos.

El papa de los pobres se ha convertido en un mediador esencial en el escenario internacional y ha puesto en el candelero a la diplomacia más antigua del mundo, la vaticana. En Cuba dijo que quería “construir puentes, no levantar muros”, y eso es precisamente lo que significa pontífice: construir de puentes. Construye puentes entre Dios y los hombres, pero también entre las personas, a veces divididas por motivos un tanto absurdos que se arrastran por años y siglos. A la vez, zumba a los corruptos de dentro y fuera de la Iglesia con una decisión que nos deja en ocasiones atónitos. En pocos sitios puede verse tamaña libertad. El papa Francisco –tan argentino como el Che Guevara– unió en ese viaje oficial a bandos que parecían irreconciliables. Ha sido uno de los artífices del deshielo entre Cuba y EEUU, congelado desde hacía 50 años.

A pesar de las detenciones de disidentes políticos posteriores a la visita, Bergoglio tendió la mano a los Castro, para conseguir la libertad del pueblo cubano. A ver si termina de llegar no solo la comercial. De ahí que su mensaje sea más pastoral que político: "No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación", dijo también en una homilía en Colombia. Las FARC recogieron el guante y, días después, el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, volaba por sorpresa a La Habana para reunirse con el líder de la guerrilla y aviar la paz de un conflicto que ya duraba tres décadas. El referéndum, en el que había mucho más que una pacificación del país, fracasó; pero el diálogo entre las dos partes sigue abierto.

Los medios de comunicación y sobre todo las redes sociales le hacen la ola. Pocos podían prever un pontificado tan exitoso de alguien que viniera de tan lejos. Parece todo pensado por un estratega que merecería un lugar privilegiado en el Pentágono… Ya en suelo estadounidense, Bergoglio se convirtió en el primer sucesor de Pedro en hablar ante el Congreso de la nación más poderosa el mundo. La Cámara se levantó al unísono para aplaudir las palabras del pontífice latinoamericano. "Se debe abolir la pena de muerte a nivel global (...) todas las vidas humanas son sagradas", dijo allí con gran libertad. “Deben ser respetadas en todas las etapas de la vida”, añadió con decisión, entrando en el campo minado del debate sobre el aborto y la eutanasia. La mejor diplomacia es la de la verdad, a pesar de que se nos puede olvidar. No le negaron el aplauso y los saludos, llegados de todas partes del espectro político estaunidense.

En Filadelfia, hizo un llamamiento para recuperar el orgullo latino al pedir a los hispanos que "no se avergüencen de sus raíces". Pero sobre todo habló de la familia, “nunca tan amenazada como ahora”. Esta defensa de los más débiles, incluidas las familias, puede traer mucha paz a pequeña escala en el mundo. La mediación por un proceso de transición democrática en Venezuela es también una de sus tareas pendientes.

El papa ha logrado en sus viajes a países en su mayor parte periféricos lo que prometió al inicio de su pontificado: "salir a la calle". La revolución de Francisco va de dentro afuera. Tras la estela de sus predecesores, continuó con las reformas de la curia, de las finanzas y en las distintas diócesis. Ahora quiere llevar esa revolución al mundo: quedan todavía pendiente la revolución en tantas periferias. Por lo pronto, en ese viaje de vuelta, habló de China, aunque el gran reto urgente seguía estando en Siria, Irak y en todo el Oriente Medio, sin olvidarnos de los millones de refugiados que habitan ya nuestras tierras. “Es un gran político”, repiten. Pero ¿es esto solo política?

Pablo Blanco Sarto es profesor de Teología en la Universidad de Navarra.

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