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La torre de los ambiciosos

Cuando el presidente de una empresa fallece, se desencadena una guerra de sucesión. La refriega acumula intrigas, medios legales y golpes bajos que por sus tonos plebeyos igualan al hombre de a pie con los dioses de los rascacielos de cristal. No, no estoy hablando del culebrón «Los ricos también lloran», pero sí de la película americana del año 54 del mismo título protagonizada por Barbara Stanwyck y William Holden. El argumento, un melodrama financiero, permite recordar que una facción importante del tiempo de empresarios y altos ejecutivos se ocupa en consejos de administración; esos grandes desconocidos cuyos avatares mercantiles sólo en parte afloran en los medios cuando nos hablan de la resistencia de una empresa ante una opa hostil o se denuncian conexiones escandalosas entre dirigentes y empresarios; visión insuficiente de un papel que consiste en crear riqueza y gestionarla.…  Seguir leyendo »

N0 pocos han aceptado como normal una proclamada superioridad moral de la izquierda que se perdona a sí misma las mayores desviaciones en la convicción de que sus acciones conducen inexorablemente al bien común, a la felicidad del pueblo. Y esto ocurre de la categoría a la anécdota. Desde creer que posee una especie de condición singular para que de manera natural deba gobernarnos hasta considerar jauría a quienes no aceptan complacidos o en silencio sus errores.

Lo de jauría lo aventó un breve ministro quejoso de ser acosado por un conjunto de perros, señalando a los periodistas, en relación con una conducta suya censurable y sentenciada.…  Seguir leyendo »

Hay un camino a la izquierda

La caída de Mariano Rajoy, aunque motivada y conseguida en última instancia por una sentencia judicial que simboliza con toda la crudeza la descomposición del Partido Popular, no se debe exclusivamente a ese episodio; ni siquiera es consecuencia principal de la corrupción.

La moción de censura contra Rajoy triunfó, sobre todo, por el agotamiento de un líder, de un partido y de una forma de hacer política que corresponden a otra época. Rajoy ha caído por la corrupción, sí, pero más que eso, por su incapacidad de dar respuesta a problemas nuevos —el ansia de identidad, la desigualdad, el deterioro institucional, el descrédito de la democracia liberal— para los que no sirve un líder anquilosado, con un partido autoritario y una política mediocre y displicente que no conecta con ciudadanos insatisfechos y furiosos en todo el espectro político, social y generacional.…  Seguir leyendo »