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La democracia consiste en una serie de principios, en una serie de reglas y una amplia gama de comportamientos individuales y grupales de los ciudadanos que tienen la fortuna de vivir en ella. A partir de ahí, resulta interesante analizar los comportamientos en cuestión, sobre todos los grupales. Aunque el abanico de casos resulta amplísimo, estos días últimos de julio y primeros de agosto nos ponen en primer plano el fascinante caso de la CUP. Ante todo, son un caso clarísimo de generosidad para consigo mismos a la hora de adjudicar dos cosas: representatividad y legitimidad. Revisando los resultados electorales de las elecciones autonómicas de 2015, quedaron los últimos, en votos y en escaños, por detrás del PP.…  Seguir leyendo »

La CUP es responsable o, mejor, corresponsable de la degradación del Estado de Derecho en Cataluña, del menosprecio de las instituciones y de la normalización de un discurso decisionista que tiende a socavar derechos y libertades individuales de los ciudadanos y alimenta la impunidad de gobernantes que empobrecen la democracia al contraponerla con la ley. Olvidan que, como demuestran dictaduras de toda laya, sin democracia puede haber leyes, pero sin ley nunca puede haber democracia. No hay duda de que la CUP ha sido importante en la decadencia populista de la política catalana.

Sin embargo, la CUP no tiene la culpa del fracaso en la tramitación parlamentaria de los presupuestos de la Generalitat ni del fiasco del proceso soberanista en general, por mucho que los nacionalistas sistémicos —políticos y opinadores que en su día celebraron el acuerdo entre Junts pel Sí y la CUP para la investidura de Carles Puigdemont— pretendan ahora presentar a los nacionalistas antisistema como responsables de malbaratar una supuesta oportunidad histórica para Cataluña.…  Seguir leyendo »