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En aquellos felices 80, un chico barcelonés tipo, grandilocuente en contradicciones y perseverancias de chupa de cuero, paisaje portuario y canciones de Loquillo, se entregaba a la tradición identitaria.

No nos confundamos, esa llamada de la identidad se circunscribía a la erótica de la Ciudad Condal, industriosa, más franquista que Franco en sus antecedentes inmediatos, tan underground como el cómic y tan golfa como los infinitos aledaños de las Ramblas.

¿Tópicos de la melancolía? Quizás. El pasado es una idea, una fórmula poco científica. Sin embargo, los oídos del chico barcelonés que pateaba los raros, extraordinarios mundos de la capital catalana, escuchaban una sentencia entonces en boga.…  Seguir leyendo »