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Aunque su descalabro es muy grave, la primera víctima de las elecciones catalanas no ha sido el presidente Artur Mas sino la idea, extendida en los últimos tiempos, de que la tierra —en particular la de Catalunya— era plana.

“¡Segundos, fuera!”, decidieron los partidos dominantes, que llegaron a pedir votos prestados. “¡Se ha acabado la ambigüedad!”, clamaron los intelectuales orgánicos para dibujarnos el plano a cartabón de una política bipolar sin medias tintas. Y resulta, que al final, más que un western a dirimir entre héroe y villano, hemos vivido uno de esos thrillers sorpresivos en los que resulta imprescindible esperar hasta el final para que todas las piezas encajen.…  Seguir leyendo »