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El paseante ciudadano ya no existe, al menos en las grandes ciudades. El ruido, el deterioro del medio ambiente, la congestión de las aceras, los olores despedidos por alcantarillas y otros desagües urbanos, las obras continuas, la inseguridad …hace tiempo que el paseante mutó en peatón, y este consiguió unos derechos. Las aceras se erigieron en su reino indisputable, y los pasos de cebra en su derecho inalienable. Incluso las ciudades se llenaron de árboles, se abrieron algunos parques y se cerraron crecientes espacios al tráfico. La era dorada del peatón. En urbes como París se pusieron de moda los «pasajes bellos» que unen y embellecen patios y espacios interiores, y en otras como Londres, Berlín o Barcelona proliferaron los hubs tecnológicos, todos ellos amistosos con el peatón.…  Seguir leyendo »