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Caminar solos y a oscuras

Vamos a dejar algo claro: la Constitución reconoce nuestros derechos, no los crea ni los otorga. Habrá que recordarlo en los tiempos recios que llegan, pues es el caso que, con el incomprensible y decepcionante auxilio de la mayoría de la oposición, el frente de la investidura, que antes fue de la moción y después del vaciado de sentido de las leyes, ha apuñalado al Estado democrático de Derecho.

Lo ha hecho al modo schmittiano (de Carl Schmitt), apoyándose en la Constitución. ¿A qué reformarla cuando aquí se la puede retorcer y estirar sin límite? Ha bastado con que el PP interiorizara la imagen deformada que le devuelven los esperpénticos espejos de RTVE y del resto de medios del régimen.…  Seguir leyendo »

¿Quién iba a sospechar, cuando el pasado jueves el Congreso ratificó en su puesto a Pedro Sánchez rechazando de forma clamorosa la moción de censura con que se pretendía su cese, que el agradecimiento del Presidente del Gobierno iba a concretarse, apenas tres días más tarde, en el mayor desprecio que nuestro legislativo ha sufrido en los últimos 39 años?

Y es que la pretensión de Sánchez de requerir al Congreso para que prorrogue por seis meses el estado de alarma que acaba de declarar equivale a privar durante ese mismo lapso de tiempo a la institución que más genuinamente representa a la ciudadanía de toda capacidad de decisión sobre la naturaleza o el alcance de las graves medidas que se prevén, sustituyendo su efectiva capacidad de control por la mera rúbrica de un cheque en blanco que trasferirá todo el poder al Presidente y a aquéllos en quienes tenga a bien delegarlo.…  Seguir leyendo »

El estado de alarma es una previsión constitucional para crisis graves que, como cualquier instrumento, por sí mismo no resulta malo ni bueno. Lo que lo ha convertido en un tabú político es el abuso manifiesto de su aplicación que durante la primavera cometió el Gobierno al utilizarlo para anular la transparencia, ningunear al Parlamento y amparar caprichos como el de colocar a Pablo Iglesias en el comité de los servicios secretos. Esa borrachera de arbitrariedad, que llegó a extremos pintorescos, irritó a una población sometida a un largo encierro en el que se le habían confiscado sus derechos, y que sintió como un lógico agravio que las razones de fuerza mayor sirvieran de pretexto a una exhibición de poder sin barreras ni contrapesos.…  Seguir leyendo »