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Eran la generación de la guerra y la posguerra. Eran los que vivieron la infancia, la adolescencia o la juventud en los momentos más difíciles de la historia de este país; los hijos de aquella larga resaca de la locura, la delación y la sangre; los que se quedaron huérfanos o empobrecidos o desarraigados por las tragedias que vivieron sus familias en la contienda; los que empezaron a trabajar con catorce años y donde podían hacerlo, sin derechos de ninguna clase. Eran los españoles de las cartillas de racionamiento; los que madrugaron y se movieron en una realidad sórdida de isocarros renqueantes y trenes con plazas reservadas para caballeros mutilados; los que luego fueron viendo, en los siguientes años, mejorar, levantarse poco a poco, día tras día, una nación devastada; los que levantaron España de sus ruinas sin permitirse el odio ni hablar de política ni echar la culpa a nadie de su suerte.…  Seguir leyendo »

Miedo y lenguaje de guerra

He cruzado el Atlántico tres veces durante la pandemia. En cada ocasión he padecido un miedo intenso, durante los días previos al viaje y durante el viaje mismo. El virus es la amenaza de la muerte. Y a la muerte se le teme por encima de todo.

No tengo un recuerdo claro de cuándo sentí por primera vez miedo a la muerte. Procedo de una sociedad en la que, en las últimas cuatro décadas, la violencia en la calle —primero en forma de guerra civil y luego en forma de maras y crimen— ha cobrado decenas de vidas diariamente, una sociedad peligrosa precisamente porque la muerte está siempre a un paso, donde nunca se deja de tener miedo a la muerte, pero donde también se aprende a convivir con ese miedo, quizá a costa de la salud o del equilibrio mental y emocional.…  Seguir leyendo »

A man ties a white ribbon to a fence at a cemetery in Colombo, Sri Lanka, on Dec. 23 to protest the government policy of forced cremations of Muslims who die of covid-19. (Lakruwan Wanniarachchi/AFP/Getty Images)

One of the most difficult things about the covid-19 pandemic has been the disruption of the ways in which we mourn. People have been unable to spend time with their loved ones in their dying moments, having to make do with a last glimpse over FaceTime instead. And as hospitals become overwhelmed, the waitlist for a plot to become available at a cemetery grows. For Muslims, this can be especially difficult, as Islam mandates that bodies be buried as soon as possible.

Losing loved ones and not being able to honor them with the usual religious rites and customs are hard enough when due to the logistics of an overburdened hospital system.…  Seguir leyendo »

Resuena en nuestros oídos, una y otra vez, la letanía de cifras: cada día engullimos la cotidiana ración de estadísticas. Las tablas —sus dientes serrados con picos y valles, sus números desnudos— abruman la mirada y ocultan los rostros. El aluvión de cómputos enfría la tragedia o, peor aún, celebra desoladores avances medidos en porcentajes, en exitosos descensos, cuando solo se registran 100 o 40 o 20 fallecimientos. ¿Cuántos son pocos muertos? ¿Cuántos son demasiados?

En la literatura de nuestros antepasados, palpita un sentimiento muy diferente hacia el duelo. La Ilíada se detiene con emoción y temblor ante cada muerte. Cuando un guerrero cae desplomado, encuentra siempre en Homero un homenaje, una pausa apesadumbrada.…  Seguir leyendo »

Pienso mucho en cómo narraremos estos días de los que venimos. Qué palabras encontraremos, cuáles elegiremos, de qué manera las usaremos; qué narrativas darán cobijo a lo que todavía hoy, aquí delante de la pantalla del ordenador, hace que siga siendo imposible encontrar las palabras justas o adecuadas para la multitud que no deja de murmullar aquí dentro. Escribo y por el cuaderno merodean hormigas, estos días he puesto la mesa de trabajo justo delante de la huerta. Aquí, mi única compañía trabajando son las patatas y las calabazas, también alguna mirla que cruza demasiado cerca, con un insecto en la boca llamando a las crías que se esconden en los arriates debajo de los setos, indecisas todavía para volar y dependiendo de los padres que siguen cuidándolos como si siguieran en el nido.…  Seguir leyendo »

Una fila de personas espera para entrar a una tienda en Sunset Park, en Brooklyn, un vecindario con una de las comunidades mexicanas e hispanas más grandes de la ciudad, el 5 de mayo. Credit Bebeto Matthews/Associated Press

No va a ser fácil que entierren a Basilio Juárez Pinzón en Cuautla, México. Es caro, complicado, lleno de requisitos burocráticos y más aún cuando hay que trasladar sus cenizas desde Nueva York en medio de la pandemia.

Tuvo que pasar un mes y cuatro días para que Félix Pinzón pudiera incinerar los restos de su hermano Basilio, de 45 años y quien contrajo el virus en Nueva York. Las funerarias de la ciudad no se daban a basto. Y todavía no tiene el acta de defunción. Así no lo puede repatriar aún a México.

Más de mil mexicanos han muerto en Estados Unidos por la pandemia y muchos de ellos no querían que los enterraran aquí; tenían, con sus amigos y familiares, un acuerdo tácito: si me muero en Estados Unidos, llévenme a México para enterrarme.…  Seguir leyendo »

People waiting in line to enter a store in Brooklyn's Sunset Park, a neighbourhood with one of the city's largest Mexican and Hispanic communities, on May 5th. Credit Bebeto Matthews/Associated Press

Making burial arrangements for Basilio Juárez Pinzón in the Mexican city of Cuautla won’t be easy. It will be expensive, complicated and painfully bureaucratic, mainly because his ashes will have to be transported from New York City in the middle of a pandemic.

It took Félix Pinzón, Basilio’s brother, one month and four days to make arrangements for the cremation of the body on May 4. Basilio had died from Covid-19 at the age of 45. Unfortunately, with funeral homes in New York City overwhelmed and with Félix Pinzón lacking a death certificate for his brother, he still hasn’t been able to repatriate Basilio’s ashes to Mexico.…  Seguir leyendo »

El derecho a la vida y a la integridad física y moral tienen naturaleza basal y primaria, en tanto que la afirmación de los demás derechos sólo tiene sentido a partir del reconocimiento de aquéllos. Esa prevalencia ontológica tiene su reflejo constitucional en la ubicación en que se produce este reconocimiento: nada menos que en el primer artículo de la Sección Primera del Capítulo II del Título I, sección que constituye el núcleo central de la declaración constitucional de derechos, es decir, en la que se ubican los derechos que gozan del máximo nivel de protección jurídica.

Este derecho ha sido contemplado, a nivel supranacional, en todas las compilaciones normativas, desde la Declaración Universal de Derechos Humanos de 10 de diciembre de 1948 (artículos 3 y 5) al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 19 de diciembre de 1966 (artículos 26 y 27), pasando por la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes de 10 de diciembre de 1984; los Principios básicos para el tratamiento de los reclusos de 17 de diciembre de 1990; los diversos Convenios y Protocolos de Ginebra sobre heridos, enfermos, población civil, víctimas o prisioneros en tiempo de guerra; la Convención sobre la esclavitud de 25 de septiembre de 1926; el Convenio sobre la abolición del trabajo forzoso de 25 de junio de 1957; el Convenio para la prevención y sanción del delito de genocidio de 9 de septiembre de 1948; la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de los crímenes de lesa humanidad de 26 de noviembre de 1968; el Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena de 2 de diciembre de 1949 o los Principios relativos a una eficaz prevención e investigación de las ejecuciones extralegales, arbitrarias o sumarias de 24 de mayo de 1979.…  Seguir leyendo »

Antígona es un mito que oculta en su textura una mordiente ironía. Morir por salvar una vida tiene su lógica, pero no parece tenerla morir por enterrar a alguien, y sin embargo la tiene, pues el entierro y el duelo son, además de ceremonias, procedimientos psicológicos necesarios. Entre los antiguos griegos el duelo solía durar tres días regidos por el silencio, que ayudaba a internalizar la figura del muerto. Tras el duelo se celebraba un banquete, que tendía a ser muy alegre.

El proceso por el que pasa Antígona ilustra perfectamente tanto las vicisitudes de un duelo como las perturbaciones por no llevarlo a cabo.…  Seguir leyendo »

El trabajador de un cementerio municipal pen Guayaquil, Ecuador, en abril de 2020. Credit José Sánchez/Agence France-Presse — Getty Images

El coronavirus está transformando nuestra vida y nuestra muerte a velocidad de contagio.

En Italia se cerraron los cementerios y se prohibieron los funerales. En Perú solo cinco personas tienen derecho a ir al entierro, dos, si es cremación. En Estados Unidos se inauguran servicios funerarios transmitidos en internet o grabados para cuando la familia pueda hacer el duelo. Las despedidas de enfermos graves a sus seres queridos son a través de videollamadas.

El nuevo orden mundial regido por el virus que se contagia con el contacto nos impone velorios remotos, breves, higiénicos, individualizados, sin abrazos, condolencias al oído ni lamento colectivo, sin lágrimas presenciales y sin difuntos como protagonistas.…  Seguir leyendo »

La prohibición del dolor

El ser humano amén de la conciencia de su propia mortalidad, ese descubrimiento a la vez terrible y liberador, que le confiere precisamente esa humana condición, lleva impreso en él dos rasgos, contrarios y únicos, que lo diferencian de cualquier ser vivo. Sólo él es capaz del odio asesino, la Naturaleza es homicida, pero es inocentemente homicida, contra sus propios congéneres. Es el diablo humano, el mal, pero al tiempo es también único en la antípoda de la maldad, el único ser capaz de la compasión. El que ampara a otros hombres que, por malformación, carencias físicas, accidente, edad, sin la ayuda del grupo humano, no habrían podido sobrevivir, y que arriesga y hasta pierde su vida por salvar la de un semejante o incluso por tan solo rescatar su cadáver para poderle dar tierra y honrar su memoria.…  Seguir leyendo »

Morir solos

Entre las muchas situaciones dolorosas que estamos viviendo en esta pandemia hay una que a mí me impacta sobre las demás: los enfermos muriendo solos y los familiares padeciendo un gran sufrimiento por no poder acompañar y despedirse de sus seres queridos. La urgencia de no exponerse al contagio es tan grande que en general ni siquiera se les deja acercarse a la persona moribunda. Si hubiera trajes de protección para todos y no tanta saturación hospitalaria, quizás podría hacerse de otro modo, pero la realidad es la que es y el acompañamiento presencial no está permitido, excepto al personal sanitario que se desvive por los pacientes.…  Seguir leyendo »

Después de que Louis Pasteur, padre de la microbiología, demostrase la teoría germinal de las enfermedades infecciosas y desarrollase importantes vacunas, creímos haber acabado con las “pestes” que atemorizaron al mundo a lo largo de los siglos: desde las plagas de Atenas en el siglo V antes de Cristo a la larga peste Antonina que arrasó 15 años del gran siglo II romano; desde las pestes bubónicas de la Edad Media (la de 1347 se cobró 35 millones de vidas humanas) a la viruela de los aztecas que diezmó su población hasta un 80%; y desde las pestes que asolaron a Europa, de norte a sur y de este a oeste, en los siglos XVII y XVIII, en los que aparecen también las sucesivas pandemias de cólera.…  Seguir leyendo »