Contar lo innumerable
Resuena en nuestros oídos, una y otra vez, la letanía de cifras: cada día engullimos la cotidiana ración de estadísticas. Las tablas —sus dientes serrados con picos y valles, sus números desnudos— abruman la mirada y ocultan los rostros. El aluvión de cómputos enfría la tragedia o, peor aún, celebra desoladores avances medidos en porcentajes, en exitosos descensos, cuando solo se registran 100 o 40 o 20 fallecimientos. ¿Cuántos son pocos muertos? ¿Cuántos son demasiados?
En la literatura de nuestros antepasados, palpita un sentimiento muy diferente hacia el duelo. La Ilíada se detiene con emoción y temblor ante cada muerte. Cuando un guerrero cae desplomado, encuentra siempre en Homero un homenaje, una pausa apesadumbrada.… Seguir leyendo »