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A mediados de 1899, Rubén Darío daba un paseo por los jardines de la Casa de Campo de Madrid. Sus ojos de poeta vividor, cansados y enrojecidos, se fijaron en una jovencita pobre y hermosa. Francisca Sánchez era la hija de un jardinero del lugar. Darío se enamoró perdidamente y terminó casándose con ella, tras escribirle: “Enciendes luz en las horas del triste[…] / Francisca Sánchez, acompañamé”. Pero Francisca era analfabeta, así que el poeta tuvo que enseñarle a su amada a leer y a escribir.

Intercambios de amor y de letras. Desde hace mucho los escritores latinoamericanos han cortejado a Madrid y en ocasiones ella se ha dejado seducir.…  Seguir leyendo »