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Las leyes se han convertido en esta XIV legislatura en unos productos marchitos, al tiempo maquillaje de urgencias caprichosas y mortaja de la sindéresis. Componen un espeso bosque donde es difícil ver la luz de la coherencia y el regazo de la seguridad. Son pantanos del desorden, habitáculos del embrollo y, lo que es peor, lazos para los incautos.

Malas prácticas han existido siempre, pero la naturaleza y la intensidad de los despropósitos actuales tienen la vitola de la novedad y aun de la extravagancia.

Hablamos de las leyes pero, desde ellas, se ha pervertido el resto del ordenamiento jurídico de tal manera que las fuentes del Derecho, esas que los profesores hemos explicado morosamente a nuestros alumnos durante decenios, hoy puede decirse que expelen aguas contaminadas.…  Seguir leyendo »

Llevo muchos años trabajando con políticos y con sus partidos, más que suficientes como para saber que, a la hora de legislar, absolutamente nada se hace por casualidad y que las leyes malas lo son porque el legislador ha buscado que lo fueran en aras de un dudoso, oculto y espurio beneficio.

Así, y a pesar de que desde numerosos foros se ha reclamado en innumerables ocasiones que los políticos deberían responsabilizarse y responder incluso con sus bienes de manera personal, cuando toman decisiones equivocadas y contrarias a informes de servicios jurídicos o técnicos, una de las respuestas de nuestro Gobierno ha sido reducir el delito de malversación, que no es otra cosa que el robo de dinero público por parte de un político o funcionario.…  Seguir leyendo »