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Hoy es más visible que nunca la invisibilidad del poder que ejerció durante al menos veinte años Javier Pradera. La franja temporal más determinante pudo estar entre las interminables vísperas de la muerte de Franco y las legislaturas socialistas que consagraron internacionalmente al país con los fastos a ratos indigestos de 1992. Entre reservados de restaurantes, despachos austeros, intemperancia telefónica, encuentros furtivos y proyectos editoriales anduvo Pradera como cabeza de un poder intangible. Lo ejerció entonces y después con el único instrumento que tuvo realmente a mano: la autoridad moral como atributo que asignan los demás, sin títulos, sin cargos, sin aparato de mando (o solo con el mando a distancia).…  Seguir leyendo »