Ni felices, ni perdices
El ascensor estaba a punto de cerrar sus puertas, pero los vecinos que acababan de entrar en él fueron tan amables de mantenerlas abiertas para que pudiera aprovechar el viaje y subir con ellos. Tuve que darme una pequeña carrerita desde el portal y cuando, por fin, entré, algo agitado, en el cajetín, me sorprendió encontrarlos inusualmente engalanados. No pude evitar hacer una referencia a dicha circunstancia (con un comentario del tipo “vais muy elegantes” o cosa parecida: no recuerdo ahora bien mis propias palabras), y fue la segunda parte de su respuesta la que, tiempo después, ha regresado con nitidez a mi memoria.… Seguir leyendo »