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Cuantiosos debates, reflexiones, análisis, libros y audiovisuales generaron, en los últimos 80 años, desde cuantas percepciones políticas existen, la II República y su secuela, la Guerra Civil. Ni los historiadores y tratadistas más neutrales, españoles o hispanistas, resaltan con suficiente relieve el canto del cisne de aquel régimen: la «denuncia Nombela». Acontecimiento clave, al precipitar la ruptura de la coalición conservadora que gobernaba desde 1933, formada por los populistas de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada por José María Gil-Robles, el Partido Radical de Alejandro Lerroux y grupos menores.

En sus memorias, No fue posible la paz, anota Gil-Robles –ministro de la Guerra y personalidad descollante en aquel equipo– que, cuando a las siete de la mañana del 8 de diciembre de 1935 abandonó el Palacio de la Carrera de San Jerónimo tras un turbulento y maratoniano pleno parlamentario que duró toda la noche, «llevaba el triste presentimiento de haber pronunciado mi último discurso de aquellas Cortes.…  Seguir leyendo »