Buscador avanzado

Arturo Pérez-Reverte

En los años cincuenta, la Guerra Fría desató un terror atómico reflejado incluso en las películas de ciencia ficción donde los marcianos, que solían ser verdosos y cabezones, colocaban pequeños transmisores en la nuca de los terrícolas para controlar sus mentes y abducirlos. Acordándome de aquello, por más que le doy vueltas a las pastas de la última novela que he leído, no encuentro el microchip que me ha abducido los pasados días. Porque «Línea de fuego», el nuevo libro de Arturo Pérez-Reverte, me ha raptado emocionalmente.

Me acuerdo cuando él, con chaleco y micro en mano, salía en los telediarios encima de blindados o apostado detrás de tapias para retransmitir sus crónicas de la guerra de los Balcanes.…  Seguir leyendo »

El día 31 de diciembre del 1936, en plena guerra civil, un día frío y luminoso, alrededor de la hora ritual española de las cinco de la tarde, Miguel de Unamuno murió en Salamanca, «de mal de España», como diagnosticaría Ortega y Gasset. Los médicos dirían que había muerto de una congestión cerebral, producida por las emanaciones de anhídrido carbónico del brasero doméstico. Su muerte sólo fue presenciada por un joven falangista, Bartolomé Aragón, que, recién venido del frente bélico, había ido a visitarlo, admirativo y fiel. Cuando Unamuno, después de su última irritación dialéctica y de su última frase para la historia y para su biografía, con su ciego voluntarismo suicida a flor de piel: «¡Dios no puede volverle la espalda a España!…  Seguir leyendo »