A 20 años de la crisis: ¿era inevitable Tiananmen?

Tema: El 4 de junio se cumplieron 20 años de la represión del movimiento estudiantil y civil de Tiananmen, una crisis mal comprendida cuyo desenlace no era inevitable dentro de las alternativas que se le presentaban al régimen chino.

Resumen: Este análisis se propone, con el conocimiento acumulado en 20 años, reinterpretar tres asuntos imperfectamente conocidos. Primero, el contexto de la misión de desalojo de la plaza iniciada en la noche del 3 y durante la madrugada del 4 de junio de 1989. En segundo lugar, las alternativas que se le presentaban al mando político-militar. Por último, reflexiona sobre aspectos concretos del avance real de las tropas.

Análisis: El 4 de junio pasado se cumplieron 20 años de la represión de Tiananmen. Hasta hoy es el acontecimiento que para las opiniones públicas de Occidente mejor resume el conocido tema de los derechos humanos en China. Sin embargo, pese a su impacto aún destacado en algunos aspectos de las relaciones de Pekín con la UE y con EEUU, fuera de la comunidad de especialistas es un acontecimiento imperfectamente conocido y recordado en Occidente. Y también en China, debido a la censura retrospectiva que le ha impuesto Pekín.

En la noche del 3 y la madrugada del 4 de junio de 1989 las tropas del Ejército Popular de Liberación (EPL) abrieron fuego en Pekín para desbloquear la interposición de una masa humana que les detenía en su avance hacia la plaza de Tiananmen. Como se sabe, la explanada se hallaba ocupada desde hacía semanas como parte de un movimiento estudiantil y cívico de alcance urbano y nacional de gran resonancia internacional. Comenzó en los días de duelo por la muerte del ex secretario general del Partido Comunista, Hu Yaobang (reemplazado en 1987 por Zhao Ziyang), ocurrida el 15 de abril. Incluyó denuncias y demandas de mayor apertura política, en una atmósfera de apertura conocida entonces como toumingdu (transparencia, en chino). Una facción del Partido Comunista, encabezada por Deng Xiaoping, calificó al movimiento de “rebelión contrarrevolucionaria”. Durante semanas se movilizaron millones de personas en Pekín y en decenas de ciudades apoyando diversas reivindicaciones y la toma de la plaza. Finalmente, el Gobierno hizo desalojar a los manifestantes recurriendo al Ejército. El mando político-militar tenía dos posibilidades. Una, ordenar que las tropas avanzasen imponiéndose por presencia o con medios policiales. La segunda era utilizar el poder de fuego en gran escala. Existía la posibilidad de que prevaleciera la primera opción.

En estos años se ha acumulado un importante caudal de fuentes visuales, orales y escritas y bibliografía sobre la crisis. A ese caudal también se integra el testimonio de este autor, quien cubrió todo el movimiento estudiantil hasta su represión al servicio de la agencia de noticias Efe. Específicamente, en la noche del 3 y la madrugada del 4 de junio cubrió la acción en el puente de Muxidi, siete kilómetros al oeste de la plaza, y en trechos de la Avenida de la Gran Paz y en su entorno. Panorámicamente, hoy se pueden sintetizar aspectos de la crisis que ya se conocían, integrarlos con los menos conocidos y reinterpretar otros.

El contexto de la misión

Una primera consideración es que la crisis es parcialmente inteligible si se la analiza centrada sólo en el resultado de la misión de desalojar la plaza. Esa orden gubernamental era clave, pero no refleja el carácter de sangrienta represión y abierta resistencia urbana a la que finalmente condujo. Como es sabido, el ejército utilizó en Tiananmen métodos policiales, no militares. Esto explica que, en contraste con lo ocurrido en el resto del centro de Pekín, no se produjesen víctimas durante el desalojo. Hubo muertos y heridos en el perímetro externo de la plaza, pero la mayoría de las víctimas cayeron a más de un kilómetro de distancia.

En segundo lugar, el carácter de la operación represiva no acabó con la toma de la explanada, sino que verdaderamente concluyó el 5 de junio, día que marca la auténtica pacificación manu militari de Pekín (otra cosa es la más prolongada búsqueda de líderes y simpatizantes del movimiento). Fue el día de la famosa secuencia del manifestante desconocido, que detuvo a un tanque al este de Tiananmen, captada por los principales telediarios del mundo.

En verdad, la represión extendida durante más de dos días llevó el sello de las particulares circunstancias que se dieron en el puente de Muxidi, intersección urbana a siete kilómetros al oeste de Tiananmen y hoy mucho más amplia y compleja que en 1989. Allí, las tropas recibieron las primeras órdenes para avanzar. Sin embargo, antes del anochecer no hay evidencias concluyentes que apunten a que lo harían disparando intermitentemente a civiles como lo acabaron haciendo.

Las condiciones para avanzar expeditivamente hacia Tiananmen parecían propicias porque el apoyo multitudinario de las semanas previas había disminuido claramente en Pekín. Además, el 19 de mayo el secretario general, Zhao Ziyang (relativamente cercano al movimiento estudiantil), había sido arrestado en secreto y otros miembros afines del Partido habían sido neutralizados. El grado de aislamiento de Zhao se aprecia en sus memorias publicadas en mayo de 2009 en Hong Kong y tituladas Prisoner of the State. The Secret Journal of Premier Zhao Ziyang.

Los estudiantes en Tiananmen, por sus contactos dentro del Partido, se informaron rápidamente de este abrupto cambio en la ecuación del poder. Y también la gran masa de urbanitas que les había apoyado, en cifras que en varias marchas superó el millón e incluso los dos millones de personas. Porque, añadidamente, tras la caída en desgracia de Zhao, en la última semana previa al 3 de junio, enormes lienzos con propaganda intimidatoria se desplegaron en Pekín como manifestación de la Ley Marcial declarada el 20 de mayo. Como consecuencia, una gran masa ciudadana se apartó de la acción callejera.

El día 3 de junio, hacia las 10 de la noche, las fuerzas estaban preparadas pero no tenían orden de abrir fuego. El mando político-militar probablemente confiaba en que la maquinaria bélica se impondría por presencia y avanzaría sin obstáculos (en verdad había claros indicios de oposición más al oeste de Pekín, pero no afectaban a la vanguardia ni a un largísimo trecho del convoy de Muxidi). Al fin y al cabo, el EPL disponía de casi 300.000 soldados para lanzar la operación, repartidos entre infantería y el pasaje de largos convoyes, que incluían tanques, camiones y vehículos blindados. La infantería portaba el AK-47, con un alcance de 300 metros. En principio era una fuerza incontrarrestable que podía avanzar por presencia, disparando al aire y sobre los techos deshabitados, especialmente en un trecho corto de 7 kilómetros.

Era clave avanzar a toda rapidez, cosa que no se hizo. Está claro, por supuesto, que media hora después, a las 10 y media, el EPL fue una formidable maquinaria militar aunque a disposición de un poder político comandado por octogenarios. Los dos principales fueron Deng Xiaoping, de 84 años, y el presidente (también general del EPL) Yang Shangkun, de 82, a quienes se añadía la Comisión Militar Central, compuesta igualmente por octogenarios, además del primer ministro Li Peng, de 61 años. The Tiananmen Papers, por Zhang Liang, seudónimo ficticio del mayor recolector de documentos internos sacados subrepticiamente de Zhongnanhai (el centro político y decisorio del poder chino), da cuenta de la dinámica de esa noche y de los días previos. La obra fue editada en 2001 por sinólogos norteamericanos y el proceso decisorio reflejado allí sigue siendo verosímil en 2009.

Algunas alternativas y las circunstancias para el avance del EPL

Existía una variante que no se probó. Había margen para que el EPL se desdoblase parcialmente en fuerza policial y arremetiese hacia el centro de Pekín con porras, gases lacrimógenos, botes de humos y luces trazadoras. Una operación de carga normal en el mundo, aunque en este caso apoyada por un ejército y de mayor envergadura. Previsiblemente la operación hubiese dado resultado. Un mes después, el 1 de julio, el entonces primer ministro, Li Peng, declaró que la policía carecía de medios para imponer una represión policial. Pero a la luz de lo visto esa noche, el EPL sí disponía de esos medios. Además, si se revisa la acción, en el mismo desalojo de la plaza, concluido después de las 5:38 de la mañana, a ella entró un numeroso contingente militar desde sus mismos edificios aledaños. A saber, desde la Asamblea Popular Nacional y desde el Museo de Historia. El contingente se había infiltrado en la ciudad en la última semana y durante esa noche. Estas fuerzas que emergieron en Tiananmen, que actuaron ruda pero pacíficamente, son el argumento más sólido para afirmar retrospectivamente que era posible una solución de carácter policial, no militar.

Para llegar a esta apreciación son de valor las versiones fílmicas y el Libro Blanco publicados posteriormente por Pekín, más el testimonio pormenorizado de los hechos de estudiantes chinos y de extranjeros. Entre éstos resalta el del británico Robin Munro, investigador en derechos humanos entonces en Pekín (especialmente su versión actualizada de junio de 2009 en The Nation), y el testimonio fílmico de Televisión Española, la única TV extranjera en la plaza tras el abandono de la BBC.

Además de la hipotética alternativa policial con los mismos protagonistas (pese a que en la operación actuó también una policía militarizada) aunque sin peso relevante en la acción, queda analizar otra alternativa. Para ello es clave valorar la peculiar situación en la que se posicionó ese 3 de junio el convoy militar enfrente del puente de Muxidi (a 7 kilómetros en línea recta al oeste de Tiananmen). En verdad era la segunda vez que llegaban las tropas. Dos semanas antes, el 19 de mayo, el mando político-militar había enviado varios convoyes militares a Pekín. Pero se entramparon ante la masa ciudadana a la que venían a dispersar. Fueron detenidos en el extrarradio algunos días y forzados a retirarse. El 3 de junio regresaron. Sin embargo, esa vez lograron internarse varios kilómetros más en el centro de Pekín. Con todo, se repitió la situación y las tropas volvieron a verse rodeadas de ciudadanos. La población estaba envalentonada y pensó ese 3 de junio que podría repetir exitosamente la rebeldía de dos semanas antes. Por su parte, obviamente el liderato podía esperar cierta oposición ciudadana. Al fin y al cabo, desde el 26 de abril, la denominaba “rebelión contrarrevolucionaria”. Pero hay margen para especular que no esperó el tipo de resistencia que finalmente encontró.

Dentro de las opciones quedaba la posibilidad de avanzar con el uso más leve de la fuerza militar, ya no policial. Claro que comportaba probabilidad de derramamiento de sangre. Posiblemente habrían muerto una o dos decenas de civiles atropellados y alcanzados por balas perdidas y algunas directas.

El factor que contribuyó a que se eligiese la opción más brutal es el segundo entrampamiento (recuérdese, el primero había sido la lentitud), igualmente autoimpuesto sin verse sus consecuencias, por el mando político-militar. Fue el cronograma que ordenaba acabar con la ocupación de la plaza antes del amanecer. El sentido de la urgencia tras la lentitud inicial es un factor determinante. Los acontecimientos se acelerarán cuando el convoy principal intente avanzar en distintos momentos entre las 10 y 10 y media de la noche. El convoy recibió insultos, pedradas y botellazos. Como se ha dicho antes, en esos momentos los pekineses no apoyaban ya explícitamente las consignas del movimiento estudiantil, pero tampoco querían presenciar una solución de fuerza.

Los muertos y heridos que se producirán a continuación y que definirán la operación se debieron a una suma de causas. Durante horas las tropas habían respondido con gran autocontrol utilizando balas de goma ante una masa que mostró una confianza ciega en que trataba con su ejército, como rezan las propias siglas del EPL, esto es, Ejército Popular de Liberación. Fue una desmemoria colectiva ajena al hecho de que el EPL había sido implacable en décadas pasadas.

Por otro lado, no todo era unitario en las tropas. En los vehículos de la fuerza compuesta por tanques, vehículos blindados y camiones militares deavanzada iba personal experimentado e inexperimentado. Entre este último, con probabilidad, el mismo tipo de militar que este autor vio llorando (media docena en dos camiones distintos) en la primera incursión del ejército dos semanas antes.

Esta suma de factores explicaría que unas decenas de miles de personas (masa en aumento) a fuerza de argumentos y amenazas lograran que cerca de 100 soldados abandonaran sus vehículos e incluso desertaran. Las masas prendieron fuego a los vehículos de la vanguardia, poniendo en evidencia al ejército más numeroso del mundo. Esa circunstancia hizo que la orden de abrir fuego se tornase inminente.

El avance

Cuando finalmente llegaron las órdenes de disparar, después de las 10 y media de la noche, las percepciones inmediatas jugaron un papel crítico. La masa de gente detrás de la que enfrentaba al convoy en las primeras líneas no captó bien que ya estaba expuesta a fuego real y no se guareció (probablemente pensó que eran balas de goma más potentes). Inevitablemente las balas reales les alcanzaron. La incredulidad ante los caídos se tornó en furia y en actos de osadía que derivaron en una mini guerrilla urbana de carácter asimétrico. Esta acción en Muxidi se destaca menos de lo que debiera en las cintas difundidas por las cadenas de televisión internacionales que ha visionado este autor entre 1989 y 2009. La película de los acontecimientos está más centrada en Tiananmen y en su inmediata vecindad.

Un argumento que indica que las cosas no apuntaban unívocamente hacia una masacre lo demuestra en parte el hecho de que las órdenes de disparar al bulto llegaran escalonadamente a las distintas unidades. Esta es una información valiosa aportada por el historiador, aunque no testigo de los hechos, Timothy Brook, en Quelling the People, publicada dos años después de Tiananmen. Personalmente, quien escribe esto cree, a diferencia de Brook, que puede interpretarse como una acción de cautela ante las propias fuerzas sobre cuya lealtad, en principio, podían caber dudas. Sin embargo, esas órdenes llegaron y fueron obedecidas, y aquí está el nudo moral de los hechos.

Otro aspecto apenas mencionado es que por su origen campesino y en parte porque provenían de otras provincias, una proporción importante de las tropas desconocía la ciudad (en el avance algunos tanques perdieron la ruta durante largos minutos). El EPL debió sortear autobuses, camiones, camionetas, trozos de árboles en llamas, carriles de tránsito atravesados, etc. Y a una masa de ciudadanos que les lanzaba botellas, ladrillos, adoquines y cócteles molotov.

La reacción llevó a que en una parte del trayecto se dividiera en dos una sección de la vanguardia del convoy. En estas maniobras grupos de militares resultaron linchados al abandonar sus vehículos blindados, a los que alcanzaron las llamas. Ante esto se hizo avanzar al Cuerpo 27 del EPL conórdenes perentorias de “barrer” lo que tenía a su paso, cosa que hizo con “fuego amigo”, según sostienen observadores de la OTAN entonces en Pekín.

Por otro lado, pese a que hay indicios de que hubo oposición interna ante la misión encomendada y de algunos enfrentamientos en Pekín de baja intensidad entre las tropas tras el 4 de junio y aún no confirmados del todo en 2009, la impresión global es que en los momentos de caos del 3 y del 4 el EPL no se desunió como gran cuerpo. El testimonio del soldado Zhang Shijun a la agencia de noticias AP, de marzo de 2009, es ambiguo. Zhang, presente en la represión en el Cuerpo54del EPL yconvertido hoy en activista por una reapreciación oficial de los hechos (y antes en prisión por esta causa), no cuenta detalles internos de la operación, que aún declara sensibles.

El avance finalmente causó una apreciable cantidad de bajas, entre muertos y heridos. En junio de 2009 las cifras de la tragedia humana siguen siendo imprecisas. Ni Pekín ni la Cruz Roja, ni Amnistía Internacional ni la activista china de derechos humanos Ding Zilin tienen datos frescos. Es una cifra incierta, probablemente situada entre las 800 y las 3.000 víctimas mortales y más de 7.000 heridos, civiles la inmensa mayoría.

Conclusiones: El entrampamiento inicial del convoy principal en Pekín y el cronograma autoimpuesto para el desalojo, cuya orden era lograrlo antes del alba, desempeñan un papel crucial en el carácter que finalmente adquirió la misión de toma de la plaza e imposición del orden ciudadano. Esa tesis es opuesta a la hipótesis “dura” que dice que el uso de la fuerza tal como se dio era la opción desde el inicio para acabar con oponentes políticos y poner orden en la economía, especialmente en la inflación, motivo de alarma social entonces.

El famoso ciudadano desconocido que se enfrentó a los tanques el 5 de junio en la Avenida de la Gran Paz, a pocos metros de Tiananmen, es un perfecto representante del arrojo de sus conciudadanos en las horas previas. Por su parte, la reacción de la columna de tanques ante él es representativa de las alternativas represivas no sangrientas aún abiertas el día 3, antes de las diez de la noche. Recuérdese que los conductores de los tanques, con la lógica punitiva finalmente adoptada, no estaban atentos a lo que transmitía la prensa extranjera y en principio no cabe imaginarles respetando a ese ciudadano, tal como lo hicieron. Téngase presente que varias horas antes el EPL simplemente disparaba sin consideración con idéntica luz del día y en ese mismo perímetro a gente que se acercaba pacíficamente a la plaza.

Veinte años después de los acontecimientos aún parece posible entender a los manifestantes congregados durante semanas y opuestos a una solución de fuerza de la que fueron víctimas como actores de un inevitable germen de sociedad civil. En síntesis, como protagonistas de un capítulo brillante y aciago de las paradojas de la reforma económica y de la apertura al mundo impulsadas y coartadas por el régimen.

Augusto Soto, consultor y profesor en ESADE.