¿A alguien le interesan los científicos españoles?

A Diego Martínez le concede la Sociedad Europea de Física (SEF) el premio al mejor investigador joven de Europa en física de partículas, y al mismo tiempo, el Ministerio de Economía le niega un contrato Ramón y Cajal para que se traslade a investigar a España. El contraste entre ambas noticias ha supuesto un ridículo de tal magnitud para nuestro sistema de evaluación científica, que inmediatamente la noticia ha saltado a los periódicos. Al día siguiente, nos enteramos de que Nuria Martí, víctima de un ERE en el Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia en 2011, ha conseguido continuar su trabajo en la Oregon Health & Science University. Desde allí, ha sido coautora de un artículo publicado en la revista Cell que describe la obtención de células madre embrionarias clonadas de un adulto, posiblemente el artículo del año en investigación biomédica. De nuevo, encontramos por todas partes reacciones airadas por el contraste entre las dos situaciones que ha vivido Nuria los últimos dos años.

Un aspecto sorprendente de estas historias, y que merece una reflexión paralela, es la rapidez con la que se ha generado un sentimiento colectivo en España que ha llevado a señalar unánimemente con el dedo al ministerio, a la Secretaría de Estado y a las diferentes Administraciones implicadas como culpables de tan clamorosos errores e injusticias. Se ha publicado una sorprendente cantidad de artículos de opinión sobre el tema, y todos han mostrado sentimientos de airada indignación con la gestión administrativa de estas dos historias. Es evidente que la política científica que está llevando a cabo este Gobierno (y, en realidad, también el anterior desde el año 2010) es indefendible y merece la más profunda de las críticas. Pero, en mi opinión, un análisis más detallado podría ayudarnos a aceptar que las políticas actuales no son responsables en exclusiva de lo sucedido con Diego y Nuria.

Existe un número importante de investigadores españoles haciendo ciencia de vanguardia fuera de nuestras fronteras, y su trabajo, ampliamente reconocido en todo el mundo, es absolutamente ninguneado en nuestro país. Voy a poner solo tres ejemplos que conozco (y todos sabemos que hay muchos, muchísimos más). El año pasado, la Sociedad Astronómica Americana galardonó a un español con el premio al mejor investigador joven en ciencias planetarias, entre científicos de todo el mundo. Era la primera vez que un español recibía este premio, concedido por sus trabajos acerca de la distribución y la composición de los mares y los lagos de Marte en el pasado. La concesión del premio motivó que el galardonado fuera entrevistado en varios medios, incluyendo la revista científica más importante del mundo, Nature. Este mismo investigador español ha sido elegido este año como uno de los 10 astrónomos jóvenes más prometedores del mundo por la revista Astronomy.

El segundo ejemplo es el de otro joven científico español que ha pasado casi la totalidad de su aún corta vida profesional estudiando la adaptación de microorganismos a ambientes extremos. Su trabajo en 2012 le llevó a pasar casi todo el año entre el Ártico, la Antártida y el desierto de Atacama, participando en expediciones científicas de vanguardia que han merecido el seguimiento, por ejemplo, de Discovery Channel. Los resultados obtenidos en sus investigaciones en los lugares más remotos del planeta se están publicando en las revistas de mayor prestigio. El tercer caso es el de una investigadora que, también el año pasado, participó en la caracterización de un planeta enano del sistema solar (la misma categoría que hoy tiene Plutón), un trabajo que fue publicado en Nature (y no era el primer Nature de esta española) y que recibió la atención de medios como el The New York Times y Scientific American.

Ni un solo medio de comunicación español ha mostrado el más mínimo interés por ninguna de estas tres historias. Y si los logros científicos de los investigadores españoles no son recogidos por la prensa, radio o televisión de nuestro país, es del todo imposible que lleguen a los ciudadanos. La labor de transmisión del conocimiento generado por los investigadores españoles, que debería estar liderada por los medios de comunicación, es evidentemente poco fluida en estos momentos. Pero la obstrucción está presente en los dos sentidos de la vía: tampoco la sociedad genera una demanda de información a los medios de comunicación sobre los avances científicos de primer nivel liderados por investigadores españoles. Esto es fácil de comprobar: ¿Puede alguien ponerles nombre a los tres investigadores a los que me he referido arriba?

Que estos días los casos de Diego Martínez y Nuria Martí ocupen el lugar que merecen en periódicos, radio y televisión es motivo de alegría, sin duda. Pero resulta paradójico que ahora todo el mundo se muestre escandalizado con el trato que este Gobierno dispensa a los investigadores españoles, cuando los logros científicos de nuestros compatriotas han sido siempre ignorados por toda la sociedad. La realidad es que los casos de Diego y Nuria han recibido una enorme atención mediática únicamente por la controversia que han generado, y no por el fondo de su trabajo como científicos. De hecho, si Diego hubiera conseguido su plaza en España sin problemas, ¿habría sido noticia el galardón de la SEF? Sin la polémica que ha generado que Nuria fuera despedida en España antes de participar en un trabajo revolucionario en Estados Unidos, ¿habría saltado su caso a los periódicos?

¿Qué ha sido noticia, que científicos españoles realicen investigaciones brillantes reconocidas internacionalmente, o el contraste de este reconocimiento internacional con los tropezones administrativos en España? Parece, como he argumentado más arriba, que ser un investigador de prestigio fuera de España no es suficiente para atraer la atención del público en nuestro país. Solamente cuando hay controversia. Y este punto también es sencillo de verificar: si dejamos a un lado las polémicas de estos días, ¿alguien conoce el tema de investigación por el que Diego ha sido premiado? ¿Alguien se ha molestado en informarse sobre la aportación concreta de Nuria en el trabajo de clonación?

La respuesta a todas estas preguntas es evidente: sin los escándalos comparativos que se han producido, absolutamente nadie habría oído mencionar los nombres de Diego Martínez o Nuria Martí, por muchos premios o publicaciones que hubieran atesorado. Simplemente, su trabajo no habría sido de interés para nadie en España.

Lo único que ha despertado la atención de la prensa y del público en general ha sido la posibilidad de utilizar estos dos casos para reprender a la Administración (esto es, a “otros”) por su pésima gestión, pero sin mostrar el menor atisbo de autocrítica. ¿En España nos quedamos con el amarillismo de las historias conflictivas, con el chismorreo de patio de vecinos, e ignoramos la noticia auténtica, que está en el trabajo de nuestros investigadores? Habrá que plantearse si el escaso interés por la ciencia que demuestra(n) nuestro(s) Gobierno(s) no es sino simplemente el reflejo de una realidad social mucho más amplia, que empieza por el desinterés de los medios de comunicación y se extiende desde ellos al resto de los ciudadanos.

Esther Ruiz Uceda es investigadora española en el NASA Ames Research Center, California.

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