A cambio de tu ayuda te ofrezco algo invaluable.
-¿Mi libertad?
-No. Nos pueden quitar la libertad, como tú bien sabes. Te ofrezco el conocimiento. Todo lo que he aprendido.
El Conde de Montecristo. (Conversación entre el abate Faría y Edmundo Dantés).
Hace unos días abandonó la política Albert Rivera, el mejor líder de su generación, sin haber cumplido los 40 y tras registrar su primer mal resultado electoral en 13 años de trayectoria. “No sé si es justo o injusto, pero es lo responsable”, dijo en esa despedida que dejará honda huella en la política española.
Así es Albert, un hombre de éxito que no admite la colectivización de la culpa de un revés. Un hombre libre, el único dueño de sus decisiones y de su futuro. Llegó a la política para luchar por la libertad frente al yugo de los nacionalistas, se va de ella después de haberles desmontado como nadie y de haber abierto el mayor espacio de centro reformista y liberal desde la Transición. Con una hoja de servicios a España que no sé si será reconocida como merece pero que a mí me hace sentir muy orgulloso de haber trabajado a su lado, a la sombra de un gigante.
Muchos de los mejores discursos políticos de la última década en España son suyos. El del lunes de su adiós, el del cierre de la campaña del 10-N o el del 20 de octubre en la plaza Sant Jaume de Barcelona son solo los últimos ejemplos de su brillantez oratoria. Ni sus mayores odiadores (por sus enemigos le conoceréis) pueden negarle esa capacidad para inspirar y transmitir, esa cualidad innata para la persuasión y la emoción que solo tienen los más grandes.
Sin haber usado jamás un teleprónter, sin haber leído nunca un discurso de un papel, confeccionando él mismo cada uno de sus mensajes y a menudo sin más tiempo para hacerlo que unos pocos minutos antes de salir a escena. Lo que nunca podría hacer, en definitiva, alguien que no vive para defender esos valores. Porque Albert entró en política por principios, para complicarse la vida y no para ganársela. Esa autenticidad y esa verdad que han sido siempre la gasolina de su trayectoria no se aprenden ni se compran. Se tienen o no se tienen.
También son suyos algunos de los más grandes logros registrados recientemente en la política española, y hay que decirlo más. Hizo crecer esa semilla de libertad y dignidad que era la plataforma Ciudadanos hasta que se convirtió en 2017 en la primera fuerza del Parlament de Cataluña, impulsada en el tramo final por la impresionante labor de Inés Arrimadas, otra líder tocada por la varita y que no tengo ninguna duda de que escribirá su nombre con letras mayúsculas y de oro en la política nacional. Expandió el proyecto reformista por toda España, siendo el mayor aldabonazo contra la corrupción y las servidumbres del bipartidismo emergido en 40 años de democracia.
Hoy ese proyecto liberal gobierna para 20 millones de españoles en cuatro autonomías y 400 ayuntamientos, tiene más de 3.000 cargos públicos y después de unas generales dificilísimas, afrontadas con todo en contra, mantiene a más de 1,6 millones de españoles detrás. Además, Rivera ha sido el único líder capaz de votar a favor de investiduras de otros líderes nacionales, de competidores directos con los que se sentó y negoció grandes acuerdos en base a contenidos, nunca a cargos.
Pudo ser vicepresidente del Gobierno de Rajoy, y prefirió ser vigilante controlador del pacto desde la oposición. Pudo entregar a Sánchez sus 57 escaños para evitar unas elecciones que para él se presentaban como una amenaza fatal, y prefirió cumplir con la palabra dada a los españoles y mantenerse fiel a sus principios. Pudo aferrarse al cargo el 10-N, como tantos hicieron en su misma situación, y prefirió asumir en primera persona la responsabilidad. No sin antes recorrer la sede entera para dar un abrazo y las gracias a cada trabajador, uno por uno. Nos hizo llorar a todos ese día y el siguiente, pero también acrecentó el orgullo que sentimos de haberle acompañado en este difícil, intenso y apasionante camino.
“Hay que irse cuando aún te pueden echar de menos”, dijo Xabi Alonso en su momento. Pero hay personas a las que siempre les ocurrirá eso. A Albert se le echa de menos desde el día siguiente a su marcha, cuando los hechos comenzaron a darle poderosamente la razón con ese acuerdo Sánchez-Iglesias tejido en 24 horas sobre las cenizas de la palabra del líder del PSOE.
No hay mayor satisfacción que mirar hacia atrás y ver lo mucho que ha merecido la pena el viaje a tu sombra, Albert, amigo. Gracias por todo lo que me has enseñado y ¡viva la libertad!
David Martínez es asesor de comunicación de Ciudadanos. Fue miembro del gabinete de Albert Rivera.