“El Parlamento Europeo rechaza el uso por parte de Marruecos del control fronterizo y la migración, especialmente de menores no acompañados, como presión política contra un Estado miembro de la UE; lamenta en particular la participación de niños, menores no acompañados y familias en el cruce masivo de la frontera de Marruecos a la ciudad española de Ceuta, poniendo en claro riesgo su vida y su seguridad.”
De esta forma tan firme y clara empieza la resolución aprobada a instancias de Ciudadanos en el pleno del Parlamento Europeo del pasado 10 de junio, en la que se condenaba la situación vivida en la ciudad española de Ceuta donde el 17 y 18 de mayo casi 10.000 personas, entre ellas cerca de 1.500 niños y menores no acompañados, entraron ilegalmente ante la pasividad y complicidad de la policía de fronteras marroquí.
Europa ha reaccionado conmocionada ante el impacto que sobre el conjunto de la ciudadanía europea tuvieron las imágenes de niños y menores siendo rescatados por miembros de la policía, del ejército español y de ONG evitando que muchos de ellos se ahogaran al intentar entrar a nado a Ceuta poniendo en riesgo sus vidas.
Esta entrada masiva estuvo permitida y activamente impulsada por Marruecos como confirman las imágenes de policías marroquíes abriendo la verja fronteriza y el propio reconocimiento oficial de su ministro de Exteriores quien afirmó que esta crisis era el resultado, es decir la respuesta, a las supuestas segundas intenciones hostiles de España con respecto al Sáhara Occidental. “Hay actos que tienen consecuencias”, dijo también la embajadora de Marruecos en España.
Que Marruecos utiliza la gestión del drama de la inmigración y del control fronterizo de la inmigración ilegal como una herramienta de presión contra España, y como un instrumento clave de negociación, tanto con los estados miembros como con la UE, no es ninguna novedad. Si nos sorprendiéramos ahora con ello haríamos como el capitán Renault en la película Casablanca, ciudad marroquí del entonces protectorado francés bajo control del gobierno de Vichy durante la II Guerra Mundial, cuando en la famosa la escena donde ordena a sus guardias cerrar el Café de Rick, éste le pregunta que por qué y él le responde: "¡Qué escándalo, qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!".
Pero en esta ocasión, el “aquí se juega” del uso de la inmigración ilegal por Marruecos en su estrategia de chantaje ha traspasado todos los límites soportables con la utilización despreciable de niños y menores, como si de un ensayo de una marcha verde infantil se tratara. Porque con los niños no se juega.
Marruecos es un actor clave en la estabilidad de la región, por lo que es el país que más ayuda financiera ha recibido y recibe en el marco de la Política Europea de Vecindad (PEV). Por ello Europa exige que Marruecos respete los derechos humanos, y en particular los derechos de los niños. Durante demasiado tiempo Europa ha mirado hacia otro lado ante sus incumplimientos sobre la gestión de las fronteras, su violación sistemática de los derechos humanos, sus ilegales ambiciones territoriales y sus amenazas sobre los países de la UE utilizando la inmigración y la colaboración en la lucha contra el terrorismo yihadista.
Por mucho que insista intencionadamente Marruecos, esto no es un tema bilateral con España. Este es un tema que afecta a todos los europeos porque hablamos del cumplimiento de los DDHH, especialmente de los derechos de los niños, del cumplimiento de los acuerdos firmados y del respeto de las fronteras exteriores de la UE. La UE no puede aceptar el chantaje permanente de un país al que ha considerado, reconocido y tratado como socio estratégico privilegiado, tanto en sus acuerdos de asociación como en los fondos de cooperación, sin revisar urgentemente las condiciones de dichas relaciones.
Nadie tiene más ganas de desescalar las tensiones que quienes las sufren. Pero la mejor manera de desescalar no es hacer como si no hubiera pasado nada para “no provocar” a Marruecos, algo que las últimas decisiones marroquís impidiendo que la Operación Paso del Estrecho pase por España, evidencia. La mejor manera es desincentivar comportamientos inaceptables. Las políticas de atenuación o apaciguamiento no han funcionado históricamente. Europa debe aprender de los errores cometidos con Turquía respecto a la gestión de los flujos migratorios y no debe permitir un nuevo pulso geopolítico de un socio estratégico.
Es por todo ello que esta es una resolución histórica. El trámite y su aprobación final han sido un verdadero camino de obstáculos, preñado de extraordinarias presiones políticas y personales. Presiones políticas de Marruecos advirtiendo a la UE de que los compromisos y la cooperación bilateral podrían peligrar en caso de aprobarse; llamadas telefónicas de los diplomáticos de la embajada marroquí ante la UE a los eurodiputados más influyentes para disuadirles de que apoyasen la resolución; instrucciones de determinados gobiernos para que no se tramitase, se diluyera su contenido o se cambiara el título por intereses políticos y comerciales nacionales; y con situaciones donde parecía que algunos trabajaban más a sueldo del Rey de Marruecos que defendiendo los intereses de los europeos. Pero ha valido la pena.
Europa le ha dicho a las autoridades de Marruecos que no debe lanzar a sus menores al mar ni utilizarlos para impulsar sus intereses políticos, económicos y territoriales. Pero también que Ceuta y Melilla son una frontera exterior de la UE, y ha reiterado la inviolabilidad de las fronteras nacionales y el respeto pleno y no negociable de la integridad territorial de los Estados miembros como principio de solidaridad europea, advirtiendo a Marruecos que no tolerará socavar la soberanía territorial de ningún estado miembro.
Marruecos tiene el derecho legítimo de defender sus intereses, pero siempre dentro de los cauces diplomáticos y de respeto entre socios. Porque la importancia de nuestras relaciones no puede ser una coartada, una excusa para mirar hacia otro lado cuando se amenaza la soberanía territorial de un país de la UE o cuando se vulneran DDHH a plena luz del día.
El Parlamento Europeo ha decidido que la UE tomará medidas firmes en defensa del principal derecho de los niños y los menores, la vida. Porque con la vida de los niños no se juega: la vida y los derechos de los niños se protegen.
A los niños no se los lanza al mar para hacer política.
Jordi Cañas es diputado del Parlamento Europeo por Ciudadanos.