A moro muerto, gran lanzada

El cadáver de Francisco Franco está enterrado en la basílica de la Santa Cruz y el Gobierno de Pedro Sánchez se propone exhumarlo lo antes posible. Ahora bien, el artículo 1.5 del acuerdo sobre asuntos jurídicos suscrito por el Estado español con la Santa Sede establece que «los lugares de culto tienen garantizada su inviolabilidad con arreglo a las Leyes», de manera que cualquier intento de exhumarlo actuando el Gobierno a la brava sería manifiestamente ilegal y podría hacer incurrir al Estado español en responsabilidad internacional. Además, por el Real Decreto 1359/1984, de 20 de junio, se transfirieron a la Comunidad de Madrid las funciones que en relación con la policía sanitaria mortuoria atribuye el Decreto 2263/1974, de 20 de julio, y disposiciones complementarias a los órganos de la Administración del Estado. En su virtud, el Decreto 124/1997, de 9 de octubre de la Comunidad Autónoma de Madrid, por el que se aprueba el Reglamento de Sanidad Mortuoria, establece en su artículo 26.4 que «la autorización de las exhumaciones se solicitará por algún familiar o allegado del difunto, acompañando la partida de defunción literal de los cadáveres cuya exhumación se pretenda».

Ante esas dificultades de orden jurídico que plantea la proyectada exhumación, parece que el Gobierno del señor Sánchez se propone adoptar un real decreto-ley susceptible de sortearlas, aunque, como es sabido, el artículo 86 de la Constitución contempla la figura jurídica del decretoley «en caso de extraordinaria y urgente necesidad», sin que resulte fácil ver ni lo extraordinario del caso ni menos aún su urgente necesidad, si se tiene en cuenta que el antiguo jefe del Estado falleció hace cuarenta y tres años. Eso sí, el caso puede considerarse extraordinario porque en los cuarenta años transcurridos desde la instauración de la democracia ningún Gobierno, ni de la UCD, ni del PSOE, ni del PP, ha creído conveniente llevar a cabo tal exhumación.

El afán pueril, desmesurado y tardío de venganza de políticos de escasa formación intelectual y dudosa talla moral les hace pensar que adaptando la historia a sus deseos insatisfechos se cumplirá la sarcástica advertencia cervantina según la cual «la historia es madre de la verdad», lo que justifica el dicho que da título a este artículo. Como señaló Mateo Alemán, en el fondo, «venganza es cobardía». También Esopo escribió que «sólo los cobardes insultan al rey muerto», y Ortega y Gasset apuntó que «atarse a los muertos es la más infeliz de las aventuras». Aunque, puesto a elegir, yo me quedaría con el conocido dicho latino: de mortuis nihil nisi bene, de manera que a moro muerto, gran lanzada, pero en vida, prudencia extremada.

Por Melitón Cardona, embajador de España.

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