¿A quién le pertenece la imagen de Emiliano Zapata?

'La Revolucion, 2014', cuadro de Fabián Cháirez que se exhibe en el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México. (CLAUDIO CRUZ/AFP via Getty Images)
'La Revolucion, 2014', cuadro de Fabián Cháirez que se exhibe en el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México. (CLAUDIO CRUZ/AFP via Getty Images)

Esta revolución comenzó cuando la Secretaría de Cultura de México decidió utilizar un cuadro del artista Fabián Cháirez para promocionar una exposición en el Palacio de Bellas Artes. En él Emiliano Zapata, héroe de la Revolución Mexicana, aparece desnudo y montando a caballo, tapándose los genitales con las manos y calzado con tacones. Está rodeado de listones tricolores. La reacción homofóbica en las redes sociales fue intensa.

Después, los familiares de Zapata solicitaron a las autoridades retirar el cuadro de la exposición porque la imagen denigra al Caudillo del Sur. “Yo no tengo nada contra los gays”, dijo Jorge Zapata, su nieto. “No sé por qué Bellas Artes, un lugar tan importante para nosotros, expone la figura de nuestro general en esa forma y no lo vamos a permitir”. Traducción: los gays están bien cuando se portan decorosamente, pero no vamos a permitir que se apropien de la imagen de mi abuelo, y encima la expongan en un lugar tan importante donde los maricones no deberían de entrar.

Más tarde, ese mismo día, vimos una imagen surreal: organizaciones campesinas que se dicen zapatistas se plantaron en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, enarbolando banderas rojas y verdes. Interrumpieron el paso de los asistentes a la exposición y, también, la posibilidad de convivir democráticamente con otras expresiones culturales que no fueran las que ellos consideran apropiadas.

“El cuadro denigra la personalidad y trayectoria del general y nos parece que presentar esta figura es grotesco, de desprecio y menosprecio a los campesinos del país”, dijo Federico Ovalle, dirigente de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos.

La protesta terminó con miembros de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas y de dicha central golpeando a activistas que estaban afuera del sitio para defender la obra de Cháirez.

Lo que los manifestantes no han entendido es que la exposición “Emiliano: Zapata después de Zapata” es, precisamente, sobre cómo los otros se apropian de una imagen icónica y la trasladan a su propia revolución, ya sea feminista, chicana, racial o incluso —y aunque les moleste— gay. El cuadro de Cháirez no dice que Zapata es gay, dice que la imagen de Zapata es nuestra también.

Esta batalla entre la homofobia y la cultura gay no es nueva. La libró, por ejemplo, el grupo de escritores llamado Los Contemporáneos contra los Nacionalistas Revolucionarios; lo mismo que Salvador Novo contra Diego Rivera, o Carlos Monsiváis contra su generación.

La patria, al parecer, es heterosexual y siempre encontrará quien la defienda de los ataques gay tanto en la izquierda como en la derecha.

Una columna publicada en el diario El Universal por el avanzado Ricardo Rocha dice, por ejemplo: “Para Alejandra Frausto, secretaria de Cultura, y Lucina Jiménez, directora del INBAL, Zapata no sólo era gay sino un afeminado patológico y patético”. El asunto se complica porque el rumor —no probado— es que Zapata, la persona y no el ícono, tenía sexo con hombres. “El punto es que la orientación sexual de Zapata perteneció y seguirá perteneciendo a su vida privada”, añade Rocha, quien se ha perdido cerca de 50 años de estudios culturales que discuten cómo lo personal es político.

No solo es Rocha, las uniones campesinas o los comentarios en las redes sociales. A pesar de los esfuerzos de Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), y de algunas empresas que han comenzado a introducir los temas de diversidad en sus políticas de recursos humanos, los mexicanos seguimos siendo homofóbicos.

Según la última encuesta nacional de Conapred, siete de cada 10 mexicanos señalan estar en parte o totalmente de acuerdo que en México no se respetan los derechos de la diversidad sexual. Y cuatro de cada 10 no estarían dispuestos a permitir que en su casa vivieran personas homosexuales. En el caso de la obra de Cháirez, se ha hablado incluso de demandar al artista o de quemar la obra, una intolerancia aún más preocupante que las encuestas.

Esta batalla no ha acabado. Como los colectivos feministas recientemente nos lo han mostrado, nos sigue correspondiendo continuar con esta otra revolución, la de la disidencia gay, abanderados —como no— por la imagen del mismo Zapata, el Che Guevara, Andy Warhol, Chavela Vargas, Juan Gabriel o quien se nos antoje.

Guillermo Osorno es editor y escritor. Autor de ‘Tengo que morir todas las noches: una crónica del underground, los ochenta y la cultura gay’.

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