Milagros Pérez Oliva tituló su tribuna del domingo (EL PAÍS, 22 de noviembre) ¿Quién teme al feminismo? para recoger las reclamaciones que había recibido de mujeres y colectivos feministas sobre el artículo de Enrique Lynch, Revanchismo de género (EL PAÍS, 19 de noviembre).
Leyendo a la Defensora del Lector y las intervenciones al respecto, me pregunté a mí misma, pero, ¿a quién tememos las feministas? ¿No somos capaces de responder con argumentos convincentes a una columna como la de Lynch? ¿Es el artículo una apología de la violencia de género equivalente al holocausto? ¿Hemos de convertir a EL PAÍS en "un periódico que no respeta a las mujeres" por haber publicado esta tribuna en su sección de Opinión?
Pues bien, yo comparto la postura de Lluís Bassets, director de Opinión, en cuanto a las razones para publicar el artículo. Es más, yo me alegro de que sea EL PAÍS quien publique un artículo de este tipo. Refleja opiniones que existen y permite que puedan ser refutadas en un debate abierto.
Precisamente porque estas afirmaciones no responden a la línea editorial del periódico y, además, cuenta con una mayoría de articulistas que no las comparten, el debate es posible. La mejor prueba es que 48 horas después ya había recibido dos contundentes respuestas. En otros medios conservadores, en cambio, la reacción no hubiera sido seguramente así.
Milagros Pérez Oliva se pregunta: "¿Dónde termina lo políticamente incorrecto y dónde comienza la justificación de la violencia?". A mi modo de ver, lo que hace Lynch es dar una explicación de la violencia de género que termina liberando a los hombres que la ejercen de toda culpa para hacerla recaer en las propias víctimas. La culpa la tienen las víctimas por dos razones: primero, porque quienes las maltratan y las matan "han sido gestados, amamantados, criados y formados por ellas" y, segundo, porque se han lanzado a la guerra de los sexos de la mano del revanchismo de género del feminismo.
¿Esto es un alegato a favor de la violencia de género? ¿Es equivalente al llamado a ETA a la acción: "ETA mátalos"? ¿Es igual que defender que a los judíos hay que meterlos en cámaras de gas?
No lo creo. Pero, en cambio, sostener que las mujeres que han sido asesinadas son las culpables de su muerte me parece que sería igual a sostener que las víctimas de ETA o los judíos de los campos de concentración son responsables de que los hayan matado. Lynch se lanza en estas afirmaciones sobre la violencia de género para justificar lo que es el centro de su artículo: las diatribas contra el feminismo que desde hace décadas se dedica a "jalear la guerra de sexos". Las feministas son las responsables finales de "un mal que se extiende imparable por todas partes". Una visión conspirativa de la historia donde las haya. Pero, al parecer, una conspiración que ha dado sus frutos. La infiltración del revanchismo de género ha logrado hacerse presente, por ejemplo, en la cultura.
En este apartado, me parece que la respuesta de Soledad Gallego-Díaz (EL PAÍS, 21 de noviembre) es más que suficiente.
El complot también ha alcanzado a las instituciones. Como Ángeles Yáñez y Eugenio Ravinet explican en su tribuna (EL PAÍS, 20 de noviembre), la campaña que origina la tribuna de Lynch surge de una cumbre de jefes y jefas de Estado y de Gobierno iberoamericanos y se impulsa en España y en América Latina. Ha estado a cargo de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y de la Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ), que agrupa a asociaciones juveniles de casi todos los países iberoamericanos.
De modo que, me pregunto, ¿alguien, que no sea Lynch, se puede creer que las personalidades, organizaciones e instituciones patrocinantes y los personajes que participan en ella, actúan desde el revanchismo de género?
Que la sensibilización cultural o institucional contra la violencia sea hecha por mujeres y hombres trabajando juntos es muy importante. Hoy existen también grupos de hombres, dedicados a los temas de género, que están haciendo un interesante aporte sobre la masculinidad. No siempre comparten las propuestas feministas, lo que permite un intercambio muy fructífero.
Por eso, lo que más me ha sorprendido del artículo de Lynch es la utilización de los tópicos simplistas de siempre. Hay algunos hombres que no han avanzado mucho más en sus reflexiones que el clásico síndrome de Eva: ella fue culpable de que perdieran el paraíso y las mujeres son culpables de todo lo demás. Lo dramático es que se utilice esta argumentación para algo tan serio como la violencia de género y la muerte de las mujeres. Por eso le agradezco a EL PAÍS que nos haya dado la posibilidad de polemizar con uno de ellos.
Judith Astelarra, profesora de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona.