A río revuelto... ganancia de eléctricas

Aunque los vientos de cambio indicaban que el siguiente gobierno la derogaría, y que por tanto no llegaría a aplicarse, finalmente llegó el pasado 8 de abril, la fecha para el fin de la moratoria de seis meses que establece el Real Decreto 900/2015 por el cual se regulan las condiciones administrativas, técnicas y económicas de las modalidades de suministro de energía eléctrica y de producción en la modalidad de autoconsumo. Esta fue la última bomba de la anterior legislatura caracterizada por el marcaje hostil a las energías renovables. Y es que ya lo dice el refrán: 'a río revuelto ganancia de pescadores'… en este caso de las eléctricas.

El decreto de autoconsumo, que fue calificado por la Comisión Nacional de la Energía como «discriminatorio» para las energías renovables, ha logrado no solo condicionar la instalación de nuevos sistemas de autoconsumo, sino también actuar con carácter retroactivo, haciendo que instalaciones de autoconsumo ya legales tengan que pasar de nuevo por el trámite de la regularización, asumiendo los consecuentes costes administrativos y los derivados de los cambios necesarios relacionados con la instalación; por no sumar también a todas estas consecuencias la capacidad de generar temor y frenar iniciativas que significó un borrador que ha planeado sobre el sector desde el 2013.

Por tanto, para todos aquellos que contaban con instalaciones de este tipo y tenían puestas sus esperanzas de cambio en alguno de los partidos políticos que ahora conforman el arco parlamentario, se les acabó la arena del reloj hace ya unas semanas, o quizá meses, porque están siendo testigos de que en la arena política las energías renovables no son más que una foto en una cumbre mundial o cuatro tuits mal contados en el día de 'La hora del planeta'.

El déficit de las renovables es la coletilla más manida para justificar el decreto por el que se grava la producción por renovables, aunque esta no se vierta a la red eléctrica. A dicho gravamen se le conoce como 'impuesto al sol', dada su mayor afectación al sector fotovoltaico. Esta es la fórmula que han defendido las grandes compañías eléctricas para compensar lo que se deja de consumir, admitiendo sin tapujos que ya cobran por ese concepto en el término fijo de potencia en la factura. De modo que, en función de ese argumento, ahorrar un vatio por autoconsumo o por comprar luces de bajo consumo tiene tratamiento diferente.

Así, a día de hoy, en nuestro país el que quiere adquirir electrodomésticos más eficientes o cambiar bombillas por 'leds', solo tiene que ir a la tienda y comprarlos, algo que a todas luces aconsejo a todo el mundo por responsabilidad social. En cambio, si apuesta por una instalación en la modalidad de autoconsumo, deberá obtener una memoria de la instalación por parte de una empresa instaladora acreditada; solicitar a la compañía un punto de conexión; obtener un estudio técnico de ese punto de conexión; contratar y costear las tareas de adecuación de la línea, y obtener los permisos de instalación pertinentes, el final de obra, el boletín del instalador, la declaración de responsabilidad y solicitud de inscripción en el registro…, toda una aventura burocrática.

Si bien es cierto que las renovables cubren a nivel estatal alrededor del 37% de la demanda, también lo es que cerca del 30% de esta proviene de centrales hidráulicas, las cuales han de jugar con el difícil equilibrio entre el uso social y energético del agua. Por esta razón, un país que no cuenta con recursos energéticos propios y que, debido a su situación geográfica, padece un bajo nivel de interconexión con otros países, no puede renunciar a optimizar la producción de energías renovables. Como tampoco puede renunciar al autoconsumo, que convierte al usuario final de la energía en un elemento activo y, por lo tanto, más consciente energéticamente en todos los sentidos.

A pesar de todo, estoy convenido de que, tras el real decreto, el autoconsumo basado en las renovables seguirá vivo. Sucederá algo parecido a lo que ocurrió tras la retirada de las primas del 2007, con las que se produjo un parón importante en la instalación de kilovatios renovables, que luego se reactivaría con la progresiva bajada de los costes. Siguiendo una lógica similar, en unos años el 'impuesto al sol' condicionará menos la amortización del autoconsumo, debido sobre todo a la bajada constante del precio de los paneles fotovoltaicos y de los sistemas electrónicos necesarios para su conexión.

Hasta entonces, las empresas nacionales tendrán que seguir mirando a otros países donde consideran que este sector sí es estratégico, haciendo para ello grandes esfuerzos por no perder una carrera tecnológica en la que algunos países nos sacan, desde hace tiempo, unas cuantas cabezas.

Álvaro Luna, profesor del Campus de Terrassa de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *