"Abenomía" y Asia

La agenda económica del primer ministro japonés, Shinzo Abe -conocida como "abenomía"- parece estar dando buenos resultados para su país. Se espera que la política monetaria expansionista inyecte liquidez a la economía japonesa hasta que la inflación alcance el objetivo del 2% del Banco de Japón, a la vez que se especula con que la política fiscal expansionista continúe hasta que se afiance la recuperación económica.

En consecuencia, la confianza de los consumidores y los inversores está retornando. El mercado bursátil japonés ha aumentado más del 40% desde noviembre del año pasado, cuando se tornó evidente que Abe integraría el próximo gobierno, y las exportaciones y el crecimiento también están repuntando. Con una brecha de producción grande y una baja presión inflacionaria, las políticas expansionistas demuestran un gran potencial para reanimar la actividad económica.

Sin embargo, otros países -inclusive economías vecinas de Asia- temen que Japón esté devaluando el yen para fomentar las exportaciones y el crecimiento en detrimento de ellos. Algunos han acusado a Japón de estimular una "guerra monetaria" global. La expectativa de una expansión monetaria agresiva ha debilitado al yen, que cayó casi el 20% frente al dólar en apenas cuatro meses.

Por supuesto, que Japón pueda salir de su trampa deflacionaria de 15 años y de dos décadas de estancamiento económico sería algo bueno para el mundo. Japón sigue siendo la tercera economía más grande del mundo, el cuarto país del mundo en materia de negocios y el tercer mercado exportador más importante para la vecinas China y Corea del Sur, que por lo tanto se perfilan para beneficiarse si la "abenomía" revitaliza la demanda doméstica japonesa. En términos más generales, dada la caída de Europa en una recesión y un crecimiento apenas lento del volumen de comercio mundial, un crecimiento renovado y una demanda más fuerte de importaciones en Japón respaldarían la recuperación global.

El interrogante ahora es si la "abenomía" puede alcanzar sus objetivos sin desestabilizar la economía mundial, especialmente las economías vecinas de Asia. Lograrlo requiere que los responsables de las políticas en Japón se centren en un crecimiento más sostenible a la vez que eluden un ciclo vicioso de devaluación competitiva y proteccionista con los socios comerciales de Japón. En particular, las políticas monetarias y fiscales expansionistas -que son útiles en el corto plazo- deben estar acompañadas de reformas estructurales fundamentales.

La deflación y el estancamiento económico de Japón en las dos últimas décadas fueron el resultado, en gran medida, de un sistema financiero disfuncional y de una falta de demanda privada. El colapso de las burbujas de activos en los años 1990 dejó al sistema financiero y al sector privado de Japón agobiado con un enorme excedente de deuda. La recuperación recién comenzó después de que se intentó reparar las debilidades de los balances en los sectores financiero, de la vivienda y corporativo. Un crecimiento sostenible exige una demanda del sector privado sostenida.

El alivio monetario y el estímulo fiscal, combinados con medidas estructurales para restablecer la salud financiera de las empresas privadas, estimularían el gasto de los hogares y la inversión empresarial. De hecho, el impacto de una depreciación real del tipo de cambio en el crecimiento probablemente tenga corta vida a menos que las mayores ganancias corporativas en el sector exportador generen un mayor consumo e inversión de los hogares. Y, sin embargo, podrían surgir riesgos para la estabilidad financiera y fiscal si una inflación más alta y una depreciación de la moneda echaran por tierra el apetito de los inversores de bonos del gobierno japonés, haciendo subir en consecuencia las tasas de interés nominales.

Es por eso que el éxito de la "abenomía" no depende del estímulo a corto plazo que resulta de una expansión monetaria y políticas fiscales agresivas, sino de un programa de reforma estructural que aumente la competencia y la innovación, y eso combate los efectos adversos de una población que envejece.

Japón, por supuesto, no es el único que utiliza políticas de tipo de cambio para mantener competitivas las exportaciones. Las autoridades de muchas economías emergentes intervienen en los mercados monetarios para impedir una apreciación del tipo de cambio y una pérdida de competitividad de las exportaciones. Pero si Japón comienza a intervenir directamente en los mercados monetarios globales para asegurar un yen más débil, los competidores vecinos responderán del mismo modo. No debería subestimarse el peligro de una guerra monetaria y de un proteccionismo.

En Corea del Sur, el gobierno y los líderes empresariales temen que un won más fuerte, que recientemente subió a su nivel más alto contra el yen desde agosto de 2011, afecte a los sectores exportadores clave, entre ellos los automóviles, las maquinarias y los productos electrónicos. Un informe de un instituto de investigación coreano demuestra que la economía de Corea caerá en una recesión si el tipo de cambio yen-dólar se acerca a 118, su nivel promedio en 2007.

Es más, un alivio cuantitativo ilimitado por parte del Banco de Japón, la Reserva Federal y el Banco Central Europeo también aumenta el riesgo de flujos de capital volátiles y burbujas de activos en las economías emergentes asiáticas. Los responsables de las políticas en China han planteado una seria preocupación respecto de los crecientes riesgos de inflación y las burbujas inmobiliarias.

Esta situación delicada podría escalar y traducirse en más intervención monetaria, proteccionismo comercial y controles de capital. Las políticas proteccionistas podrían reducir el volumen comercial total -un juego de suma cero del cual nadie saldría beneficiado-. Después de todo, las exportaciones japonesas dependen de los mercados emergentes y en desarrollo. Sólo el este de Asia representa casi la mitad de las ventas de Japón al exterior.

La economía regional se beneficiaría de una coordinación más estrecha de las políticas de tipo de cambio y monetarias. Se deberían utilizar los mecanismos como el G-20 y ASEAN+3 (ASEAN, con China, Japón y Corea del Sur) de manera más activa para un diálogo sobre políticas y vigilancia. Las economías del este de Asia podrían, con el tiempo, cooperar para mejorar la estabilidad de tipo de cambio regional, creando así un entorno más propicio para el comercio intra-regional.

La economía de Japón se está moviendo al fin, lo que es un buen presagio para Asia y el mundo. Pero, a pesar de su nuevo vigor, los beneficios de la recuperación podrían resultar de corta vida si no se encuentra un sendero de crecimiento sostenible y cooperativo.

Lee Jong-Wha, Professor of Economics at Korea University, served as Chief Economist and Head of the Office of Regional Economic Integration at the Asian Development Bank and was a senior adviser for international economic affairs to former president Lee Myung-bak of South Korea.

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