Aborto legal: Ya es ley en Argentina, nos falta América Latina

Manifestantes a favor de la legalización del aborto reaccionan después de que el Senado aprobó el proyecto de ley en Buenos Aires, Argentina, el 30 de diciembre de 2020. (REUTERS/Agustin Marcarian)
Manifestantes a favor de la legalización del aborto reaccionan después de que el Senado aprobó el proyecto de ley en Buenos Aires, Argentina, el 30 de diciembre de 2020. (REUTERS/Agustin Marcarian)

Buenos Aires está tapizada con pañuelos verdes que cuelgan de los balcones de las casas y adornan las puertas de los negocios. Los puestos callejeros, que han aumentado a causa de la pandemia y la crisis económica, venden tanto cubrebocas con la cara de Maradona como camisetas con leyendas estampadas que piden por el aborto legal. “Nos reconocemos por el pañuelo verde”, me dice la encargada de un local de ropa. “De repente vas caminando y te cruzás con una compañera, es hermoso”.

Con 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención, el Senado argentino aprobó este 30 de diciembre legalizar el aborto en las primeras 14 semanas de embarazo. Ganó el sí: el sí a la posibilidad de elegir, a que el Estado implemente política pública sobre un problema de salud, a la decisión que las mujeres tenemos sobre el propio cuerpo. En Argentina, 450,000 mujeres abortan todos los años.

Argentina ya es el cuarto país de América Latina en permitir el derecho al aborto libre, después de Cuba, Uruguay y Guyana. Aún hay países como El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Haití que lo prohíben sin excepciones. Y otros, como Guatemala o Paraguay, donde hay una prohibición de facto. Sin embargo, la aprobación de la interrupción legal del embarazo en el resto de América Latina es solo una cuestión de tiempo.

Una de las consignas que se portó durante la vigilia a favor de la legalización del aborto en Argentina decía: “Cuidado, el feminismo es más contagioso que el coronavirus”. Ni los prejuicios ni los años de romantizar la maternidad podrán frenar el oleaje expansivo de las mujeres que, después de años de opresión y sometimiento, hoy alzan la voz y toman las calles para exigir sus derechos.

En América Latina se realizan 6.5 millones de abortos cada año y solo uno de cada cuatro es seguro. Hasta antes de la legalización en Argentina, más de 97% de las mujeres en edad reproductiva en América Latina y el Caribe vivían en países con leyes de aborto restrictivas.

La discusión en el Senado argentino empezó a las 4:00 pm, pero —como en el resto del continente— el debate público lleva años ocupando minutos en la televisión, páginas en los periódicos y discusiones en las mesas familiares. Se aprobó tras 12 horas de sesión pública, con las calles aledañas al Congreso invadidas por una marea verde de mujeres que cantaban “aborto legal, en el hospital”.

Si bien la primera movilización masiva por el derecho a la interrupción legal del embarazo en Argentina se realizó en 2003, durante el Encuentro Nacional de Mujeres, fue hasta 2018 que se habilitó el debate parlamentario en el que desfilaron decenas de expositores. A partir de ese momento, los colores verde y celeste se transformaron en posturas políticas opuestas: estar a favor de la legalización del aborto o estar en contra.

Hoy a esa marea verde se le ve en México, en Colombia, en Chile y más países del continente. En todos ellos quienes tienen la palabra son las más jóvenes. Quienes por ejemplo, en Argentina, portan con orgullo carteles en los que te piden que, si crees que son demasiado chicas para usar el pañuelo verde, intentes imaginarlas pariendo. O quienes se organizaron en las escuelas y desafiaron a sus padres para estar en las afueras del Congreso, en medio de una pandemia, esperando en vigilia a que los senadores escucharan, al fin, sus reclamos.

Muchas de quienes portan el pañuelo son estudiantes argentinas de preparatoria o universidad. Y saben que el pañuelo tiene una historia. Aunque no lo vivieron en carne propia saben que hubo un tiempo, no tan lejano, en el que la calle les pertenecía únicamente a los militares. Y que un grupo de mujeres se reunió durante todos los jueves de esos largos años de dictadura —entre 1976 y 1983— a caminar en silencio, con un pañuelo blanco en la cabeza, alrededor de Plaza de Mayo. Con ello evadían el estado de sitio y la prohibición de manifestación para exigir la aparición con vida de sus hijos e hijas que el Estado se había llevado.

A partir de ese momento, el pañuelo blanco se transformó en el símbolo de lucha de las Madres de Plaza de Mayo y en la memoria de los 30,000 desaparecidos que dejó la dictadura. Después de cuatro décadas, el uso del pañuelo vuelve a hermanar a un grupo de mujeres que, a pesar de la distancia de contexto y características, toman las calles para luchar porque se las reconozca como sujetas plenas, autónomas y dueñas de su propio cuerpo. Porque si algo han aprendido de la historia es que a los derechos se los conquista arrancándoselos con uñas y dientes a los tomadores de decisiones, contra viento y prejuicio.

Con la aprobación de esta ley en Argentina le decimos adiós a tener que usar ganchos de ropa, agujas de tejer, hojas de perejil, tés de ruda y sondas. También a los consultorios clandestinos y la culpa que conlleva la ilegalidad. Y, sobre todo, a la desigualdad que provocaba que unos cuántos miles de pesos hicieran la diferencia entre un aborto clandestino en una clínica privada o uno en el patio de una casa sin las condiciones mínimas de higiene o seguridad. Anualmente, cerca de 760,000 mujeres en América Latina reciben tratamiento por complicaciones de abortos inseguros.

Esta revolución de los pañuelos verdes no termina con esta victoria. La marejada de las mujeres inundará la región con sus cantos, sus bailes y, principalmente, con la lucha por garantizar que los derechos humanos no solo sean para todos, sino también para todas. El mundo está cambiando; la narrativa social ya no puede escribirse exclusivamente en masculino y los espacios públicos, políticos y sociales están dejando de pertenecer a la mitad históricamente favorecida de la población. Ayer los pañuelos teñían de verde los balcones, hoy la ley se escribe con tinta del mismo color. Y esto es recién el comienzo.

Luciana Wainer es periodista argentina. Conductora de ‘Ida y Vuelta’ en la televisora ‘ADN40’ en México. Maestrante en Periodismo y Políticas Públicas por el CIDE en México, y especialista en Crítica y Difusión de las Artes por la Universidad Nacional Argentina.

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