Abren las Urgencias y la izquierda entra en la UCI

Cursaba yo mi licenciatura en Derecho cuando, hace 16 años, Rafael Simancas, entonces portavoz del Grupo Socialista en la Asamblea de Madrid y hoy secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, afirmó en tono apocalíptico que lo que pretendía el Gobierno de la Comunidad de Madrid era sustituir la tarjeta sanitaria por la de crédito.

Era periodo preelectoral (diciembre de 2006) y ya se sabe que la izquierda y sus terminales mediáticas, junto a su autoproclamada superioridad moral, ostentan  el monopolio de facto de la tergiversación, la intoxicación y la manipulación de los miedos colectivos al servicio de sus fines políticos.

Y si esa es su moral, no cabe discutirles, ciertamente, esa superioridad que reclaman para sí.

Lo que resulta extraño es que tras 16 años amenazando con el mismo lobo neoliberal depredador de la Sanidad pública, y vistos los resultados electorales de esa estrategia en la Comunidad de Madrid, no hayan cambiado de estrategia. Máxime cuando, tras el lúgubre vaticinio de Simancas, el PP obtuvo dos mayorías absolutas aplastantes, sin que el PSOE y la izquierda hayan podido superar el techo electoral de aquellos años.

Quizá esto se deba a que los madrileños han podido comprobar durante estos 16 años que sólo han tenido que sacar su tarjeta sanitaria, y no la de crédito, para ser atendidos en los nuevos hospitales y centros de atención primaria. Para ver cómo se han reducido las listas de espera quirúrgicas y cómo los hospitales públicos madrileños ocupan las primeras posiciones de España en casi todas las especialidades.

Y, encima, pagando menos impuestos.

Es evidente que, durante todos estos años, la izquierda ha confundido la realidad con sus deseos. Sus inconfesables deseos de que todo vaya a peor. Y de que la Sanidad pública madrileña se deteriore. Cuentan con ello para disponer de discurso político y de alguna baza electoral.

Deseos que algunos, por cierto, intentaron convertir en realidad en lo peor de la pandemia de la Covid-19 al sabotear el hospital Isabel Zendal.

Con la reapertura de las Urgencias de Atención Primaria ha ocurrido lo mismo. Lo que es objetivamente un motivo de alegría y satisfacción para la inmensa mayoría de los madrileños, para otros es motivo de negro luto con el que justificar bajas laborales.

Al abrir las Urgencias, la izquierda ha entrado otra vez en la UCI.

Una de esas personas consternadas porque los madrileños tienen una Sanidad pública gratuita de buena calidad es la alcaldesa de Getafe, Sara Hernández, que lleva casi todo este año ocupándose de las Urgencias del Centro de Especialidades de Los Ángeles y utilizándolo para sus fines partidistas (en lugar de gestionar Getafe).

Y entre esa gestión abandonada, la de la policía local, de la que están sin cubrir 70 efectivos de los 200 de plantilla. O la de la limpieza de las calles. La de los parques, jardines y zonas que una vez fueron verdes. La del asfaltado de las calles. O la de bajar los impuestos a los getafenses.

Para Sara Hernández, todas esas cosas son aburridas, prosaicas, espesas y municipales. Requieren trabajar a diario, patearse la calle, hincar codos y devanarse los sesos para aprovechar, en beneficio de la ciudad, hasta el último euro de los vecinos de Getafe. Siempre ha sido más fácil criticar lo que hacen otros y exigir responsabilidades ajenas que hacer algo en positivo.

En eso hay que reconocer que la alcaldesa de Getafe sobresale. Por eso, precisamente, y como la labor de control y crítica al gobierno es propia de la oposición, estoy seguro de que los getafenses, en mayo, pondrán a Sara Hernández allí donde apuntan sus habilidades y su vocación. En un escaño de la oposición.

Antonio José Mesa es concejal y candidato del Partido Popular a la alcaldía de Getafe.

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