Adiós al consenso. Rajoy quiere recuperar a sus votantes

El presidente ha decidido encarar 2015 no sólo como el año de la recuperación económica, sino también como el año de la recuperación del voto. Todas las encuestas coinciden en la caída imparable del PP, cuyas expectativas, en ningún caso, superan el 30%. A pesar de esos negros augurios, el Gobierno muestra una tranquilidad pasmosa. De nuevo, la estrategia de Pedro Arriola vuelve a ejercer su terapia sedante: el PP ha pasado de 11 millones a 7 millones de votantes. Durante el año que comienza, la estrategia consiste en recuperar dos millones de esos votantes. Si se consigue, el triunfo en las próximas elecciones está garantizado.

Adiós al consenso. Rajoy quiere recuperar a sus votantesSegún los cálculos del sociólogo de cabecera del presidente, los cuatro millones de votantes que, según los sondeos, habrían abandonado al PP no lo han hecho porque confíen más en otro partido (al menos mayoritariamente), sino que han optado por la abstención. Esta masa enorme de ciudadanos conservadores estaría decepcionada por la crisis económica, el paro, la subida de impuestos y la corrupción.

La tesis ha calado de tal modo que diversos ministros coinciden milimétricamente en el análisis, incluso con los mismos argumentos.

Pero, continuemos con la previsión del hombre cuyas ideas encajan como un guante en la personalidad del presidente.

Una parte sustancial de ese bloque de votantes enfadados, pero no infieles, volverá a confiar en el PP cuando vea en su nómina el efecto de la rebaja fiscal y cuando compruebe que con un crecimiento económico por encima del 2% se pueden crear cientos de miles de empleos (aunque sean precarios; por algo se empieza).

Sí -se admite en los informes-, la corrupción ha hecho mucho daño al PP, otrora azote de estafadores. El peligro se atisba en el horizonte en forma de conclusión de dos sumarios: Gürtel y el llamado papeles de Bárcenas, ambos en manos del juez Ruz, al que se mira desde Génova con animadversión.

Si ambos sumarios concluyen en el primer trimestre del año, entonces se confirmará el temor -algunos reconocen que la certeza- de que el PP sufrirá una enorme derrota en las elecciones locales y autonómicas del mes de mayo.

«Damos por hecho», reconoce un miembro del Gobierno, «que en mayo el PP va a perder mucho poder».

Los temores, obviamente, se concentran en Madrid y Valencia, donde los populares podrían perder sus históricas plazas fuertes.

Para el Gobierno, en las elecciones de mayo se va a comprobar hacia dónde se inclinará el PSOE. Según las tesis de Arriola, asumidas por el presidente y sus ministros, si los socialistas pueden gobernar con apoyos de Podemos, lo harán. Descartan por completo pactos PP/PSOE. No tanto, dicen, porque al PP no le guste esa fórmula («propia de una democracia madura como la alemana», argumentan), sino porque Pedro Sánchez sabe que sus bases no le permitirían hacerlo si tienen la posibilidad de alcanzar el poder de la mano de Pablo Iglesias.

En cierto modo, para esa forma de ver la realidad, el fenómeno Podemos no le viene del todo mal al PP. Claro, ya a nadie se le ocurre calificar a sus seguidores como frikies (el propio Arriola reconoce que definirlos así fue una frivolidad por su parte).

Se considera a Podemos como un fenómeno populista/comunista que va a fragmentar a la izquierda y que le va a restar más del 20% del voto a los socialistas.

Un PSOE débil y un Podemos fuerte -explican fuentes del Gobierno- es una combinación que situaría al PP como el partido más votado con diferencia, aunque, claro, sin mayoría absoluta, en las elecciones generales.

La opción que se mira con más simpatía -diría que como la única posible- es un gobierno en minoría del PP con apoyos de grupos como PNV, UPyD, Ciudadanos, etcétera. «Se ha alabado mucho la primera legislatura de Aznar y durante esos años toda la política se hizo a base de pactos que fueron buenos para España ¿Por qué no aspirar a una situación similar?», se pregunta uno de los ministros más jóvenes.

Es curioso que Cataluña apenas aparezca en sus análisis. Tal vez porque están convencidos de que, si Mas puede, intentará concluir la legislatura. ¿Y si hay elecciones anticipadas en marzo? «Bueno, eso añadirá un elemento más de tensión: si ganara una coalición de CiU y ERC, eso nos ayudará a movilizar el voto conservador».

Sí, la clave para recuperar esos dos millones de votos que, según los cálculos de Arriola, el PP necesita para gobernar en 2016, es la movilización de los simpatizantes de la derecha.

El miedo al separatismo y, sobre todo, el temor al triunfo de un partido como Podemos, mezclado con una recuperación económica que se note en las cifras de paro, constituyen el cóctel que busca el PP para darle la vuelta a las encuestas.

La instrucción que ha dado el presidente a sus ministros ha sido clara y rotunda: hay que salir a la calle a vender los éxitos, acudir a los medios, pasar a la ofensiva.

«Hemos tenido una política de comunicación equivocada», admite un ministro muy cercano al presidente. «El espacio que tú no ocupas, lo ocupan otros. Es hora de que los ciudadanos conozcan qué es lo que hemos hecho y qué es lo que les espera si ganara la izquierda».

El calendario político que prevé el Gobierno se caracteriza por un primer cuatrimestre duro, con una segura derrota electoral en las elecciones municipales y autonómicas. Y, a partir de ahí, la mejora de la situación económica, el miedo a Podemos y la debilidad del PSOE procurarán una continuada recuperación del voto popular hasta las elecciones generales, que, según fuentes solventes, podrían retrasarse a febrero de 2016.

Durante este próximo año, el PP quiere aparecer como el partido que ofrece más seguridad. Por esa razón, Rajoy ha rechazado negociar con el PSOE una reforma de la Constitución. El presidente pretende convertirse en el único defensor de la Carta Magna de 1978, frente a las «aventuras y ocurrencias» de otros.

Eso va a llevar a un enfrentamiento, que ya se percibe, constante y sin concesiones con el líder de la oposición.

A Pedro Sánchez se le considera «poco sólido», «demasiado condicionado por Podemos», «asustado por la perspectiva de que Susana Díaz le quiera arrebatar el liderazgo» (opiniones diversas de varios miembros del Gobierno).

Es verdad que Sánchez, que comenzó su singladura en buena sintonía con Rajoy, ha endurecido su discurso, también porque quiere fidelizar a sus votantes, que ven al PP como el partido «de los recortes y la corrupción». Y ello ayuda a que el Gobierno justifique su postura de movilizar el voto de la derecha con la imagen de un PSOE cautivo de Podemos.

En fin, el PP vuelve a los cuarteles de invierno. ¿El consenso? Ah, sí, aquello que pasó durante la Transición.

Casimiro García-Abadillo, director de El Mundo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *