Adiós al statu quo en Alemania

El buen desempeño de los Verdes en la elección federal alemana (aunque no tan bueno como el que esperaba el partido hace unas pocas semanas) da esperanzas de que el país comience por fin a orientarse en una dirección más prometedora. Tal vez eso implique alejarse de la condescendencia de la canciller saliente Angela Merkel hacia gobiernos autoritarios; en particular su apoyo al gasoducto Nord Stream 2 entre Alemania y Rusia, y su defensa de un acuerdo de inversión entre la Unión Europea y China (que más tarde fue bloqueado por el Parlamento Europeo).

A diferencia de la Unión Demócrata Cristiana (CDU, por la sigla en alemán) de Merkel, y del Partido Socialdemócrata (SPD), que han mostrado un sesgo prorruso desde el gobierno de Gerhard Schröder (1998‑2005), los Verdes son partidarios de una actitud más firme en relación con Rusia y China. Y ahora están en condiciones de controlar el pasado sesgo prorruso del SPD, sumándose a una nueva coalición de gobierno con el candidato socialdemócrata a canciller, Olaf Scholz, que relegaría a la CDU a la oposición.

En el último debate televisivo de la campaña, Scholz y Annalena Baerbock (de los Verdes) se pronunciaron a favor de un acuerdo de esta naturaleza. La formación del nuevo gobierno puede ser un proceso lento, y hay muchas combinaciones y permutaciones posibles, pero los Verdes pueden tener un papel clave en casi todas ellas: son el común denominador, un hecho que no pasó inadvertido al presidente ruso Vladimir Putin, quien en opinión de muchos alemanes estuvo activo detrás de escena tratando de minimizar el triunfo electoral de los Verdes.

El problema para la CDU es que en los últimos años, las políticas proexportaciones y proempleo de Merkel fueron adquiriendo atributos políticamente cuestionables. Es verdad que en 2020, el comercio alemán con China llegó a 212 900 millones de euros (249 000 millones de dólares), contra 171 500 millones de euros con Estados Unidos, 147 300 millones con Francia, 114 400 millones con Italia y 101 600 millones con el Reino Unido. Dada la dependencia de buena parte del nivel de empleo y de ingresos de Alemania respecto del comercio con China, fue común que la dirigencia alemana pasara por alto las violaciones de ese país a los derechos humanos y sus desafíos contra el orden mundial abierto basado en reglas. Como expresó el exvicecanciller alemán y líder del SPD Sigmar Gabrielen una entrevista reciente, «Alemania tuvo que hacer un difícil equilibrio entre condenar las violaciones chinas de los derechos humanos y garantizar el acceso de las empresas alemanas a los mercados chinos».

Pero estoy convencido de que a muchos alemanes les preocupa el hecho de que las exportaciones alemanas se hayan obtenido a costa de las víctimas de esos abusos. Peor aún, la excesiva dependencia de Alemania respecto del comercio con China le impidió a la UE formar un frente unido contra el autoritarismo chino. ¿Cómo puede Europa adoptar una postura firme cuando la de su mayor economía es tan blanda?

En la cuestión de las autocracias, Merkel no acompañó a sus socios europeos. Pero si aumenta la influencia de los Verdes sobre la política alemana, puede haber más solidaridad europea en la relación con China y Rusia; y también puede haber más solidaridad transatlántica, a tono con la promesa que hizo el presidente estadounidense Joe Biden ante Naciones Unidas de pasar de las «guerras interminables» a la «diplomacia interminable» en relación con China y Rusia.

En cualquier caso, lo que más desean los Verdes para Alemania es una economía moderna, no una economía mercantilista anclada en el pasado. Su pegadizo eslogan de campaña, «Adiós statu quo, hola futuro», resume a la perfección lo que los diferencia de la CDU y del SPD (los dos partidos principales del ayer).

El eslogan de los Verdes habla a las claras de una nueva estrategia proeuropea para el crecimiento alemán. Entre otras cosas, esto implica una reorientación de los recursos productivos de Alemania desde las exportaciones (de las que una buena proporción corresponde a máquinas de contaminar como el Mercedes y el BMW) hacia las energías renovables, las tecnologías de avanzada y digitales y una variedad de otros sectores.

En general, los críticos coinciden en que el defecto principal de la era Merkel fue su falta de promoción de las industrias del futuro. Como señala Katharina Utermöhl, economista sénior en Allianz: «A pesar del crecimiento y de la creación de empleo, hubo poca modernización». Los bajos índices de inversión pública durante la era Merkel dejaron al país mal preparado para el futuro. Se siguió una política económica de vivir al día y no pensar en mañana. Y aunque Alemania consiguió una economía próspera con muchos puestos de trabajo (sobre todo para las mujeres), es una economía desactualizada y condenada al estancamiento a menos que haya un cambio de rumbo.

Merkel les dejó a los Verdes un gran vacío que llenar, y es lo que se disponen a hacer. Una opción prometedora es la creación de un impuesto a las exportaciones, cuya recaudación se destine a financiar las industrias del futuro. Sería matar dos pájaros de un tiro: revertir el mercantilismo de Merkel y al mismo tiempo invertir en los sectores necesarios para mantener la competitividad global de Alemania.

Es verdad que los Verdes no hacen promoción activa de un impuesto a las exportaciones. Durante la campaña electoral, defendieron un aumento de impuestos a los ricos, medidas regulatorias para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, una reforma de la normativa presupuestaria alemana y políticas más firmes en relación con China y Rusia. Pero si la idea es abandonar el statu quo y buscar una modernización económica, un impuesto a las exportaciones puede afianzar la credibilidad del partido y concitar mucha atención mediática. ¿Qué mejor modo de acelerar el final del modelo económico mercantilista de Merkel?

El statu quo alemán todavía no está vencido. Pero el buen desempeño electoral de los Verdes puede acortar en gran medida el tiempo de vida que le queda.

Melvyn B. Krauss is Professor Emeritus of Economics at New York University. Traducción: Esteban Flamini.

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